Frank Oz siempre ha sido un director interesante. Desde que comenzara en la factoria de Jim Henson animando marionetas y poniendo voces a personajes como Gonzo o la cerdita Peggy, su llegada al celuloide fue nada menos que de la manos de George Lucas, con quien debutó creando el personaje del maestro de Jedis, Yoda, prestándole incluso su voz. Desde entonces, y con bastantes inclusiones en la interpretación, Oz ha realizado películas tan interesantes como “Un par de Seductores”, “La tienda de los Horrores” y por supuesto “In & Out”, conjugando muy bien la comercialidad con una cierta calidad, salpicada de un fino humor irónico –aunque sus películas en muchos casos fueran versiones de otras antiguas, aportaban su visión personal-. Pero recientemente le vimos dar un serio resbalón en su impecable carrera, con “The Score”, ya que ni siquiera la presencia de los tres grandes dinosaurios como Marlon Brando, Robert de Niro y Edward Norton conseguía salvar este fallido film de robos y estafas.
En esta ocasión, y basada en un curioso y divertido libro de Ira Levin, su siguiente película es un ácido guiño al llamado “modo de vida americano” y que se le presume el más perfecto de cuantos existen en el planeta: todo comienza cuando la directora de una cadena de “reality Shows” es despedida y decide irse con su marido al pueblo de Stepford, que parece ser un auténtico paraíso, sobre todo para los hombres, porque las mujeres son todas guapas, siempre van arregladísimas, maquilladas a la perfección y por encima de todo, son siempre complacientes con sus maridos. Claro que el pueblecito esconde un siniestro secreto que tiene que ver con la manipulación genética y la electrónica integrada en microchips… Con todos los elementos para haber podido hacer una cinta mordaz y divertida, todo el desarrollo se basa en una idea demasiado simple que termina por agotarse casi a la vez que es descubierta por los protagonistas: todo es tan obvio y predecible que el film pierde interés a partir de la mitad, y solamente la resolución de la historia agiliza un poco el tono general, que llega a ser bastante pesado. El impresionante reparto –entre los que está Nicole Kidman, Glenn Close o Christopher Walken- está esforzado y voluntarioso, pero no consigue mantener el tipo ante personajes demasiado maniqueos, sin matices algunos, y con unos diálogos bastante tontorrones, para la que podía haber sido una cinta muy bien pensada para fustigar la todavía beligerante “guerra de sexos”. Es una lástima, porque con todos los ingredientes para poder haber realizado una cinta interesante y divertida, se ha quedado en un simple aprobado raspado, cuando este director puede optar, sin esforzarse demasiado, en un notable o un sobresaliente. Pero me temo que le he cegado más la difusión comercial de las estrellas que la historia en sí.