Que el boxeo es uno de los deportes más cinematográficos, ya lo sabíamos, desde “Ídolo de barro”, hasta “Toro Salvaje”, pasando por la saga comercial de “Rocky”. Pero generalmente, la gran estrella, el protagonista era el boxeador, mientras que ahora, el protagonista –o mejor dicho “la” protagonista- es la manager del púgil, que intenta sacar adelante todo lo mejor del oculto potencial de un matón callejero.
Basada en la biografía de Jackie Kallen –una aguerrida mujer que fue de las primeras en entrar en un mundo con tanta testosterona como el del boxeo, y que además ha conseguido sobrevivir haciéndose además respetar…- Meg Ryan ha decidido apostar por un registro completamente alejado de los almibarados papeles que nos tiene acostumbrados en las mil y una comedias románticas que ha protagonizado en los últimos tiempos. Pero el encomiable esfuerzo de la rubia actriz con mirada de princesita, ha sido manifiestamente infructuoso, ya que el guión no está a la altura de el personaje, que tanto partido se le podría haber sacado. El hecho que el actor Charles S. Dutton también dirija con más ganas que acierto, ha sido otro elemento que ha restado varios enteros al resultado final del film, que no es más que una mezcla un tanto bizarra de “Rocky” –el afán de superación de un pobre diablo, que llega a convertirse en campeón de boxeo- y de “Erin Brockovich” –en la que una mujer se da a valer en un mundo donde todos la consideran una tonta, sencillamente por ser mujer-. Todo el mensaje antimachista que tan bien se podría haber aprovechado en este film ha quedado bastante diluido en el afán triunfalista y maniqueo que el director ha intentado plasmar en la ascensión pugilística de la “gran promesa” de la película, que ayudado por la protagonista, se enfrentará no sólo a sus contrincantes en el ring, sino además con todas las estructuras de poder que se despliegan por los mafiosos que controlan el mundo del boxeo. Es una pena que todo ese entresijo que tan bien logró Scorsese en la vida de Jake La Motta, no haya estado en los cálculos –y visto el resultado, ni en la vocación- del director, que ha apostado más por la resolución comercial y facilona de la historia que por una verdadera y comprometida apuesta por los personajes, que podrían haber dado muchísimo más de si. ¿Falta de experiencia? Es posible, pero también es posible que el objetivo haya sido una película más comercial que realmente comprometida; una película que intente volver a cimentar el maltrecho reino de la “princesita” de la comedia romántica a través del mundo del boxeo, pero es que lo de los guantes es muy duro, y si no que le pregunten a Poli Díaz o a Mike Thysson.