Desgraciadamente, la comercialidad y la rentabilidad terminan por llegar a todos lados. Por supuesto, que en el caso del cine no son pocos los presuntamente avispados ejecutivos y economistas –que no se engañen, son los que ahora mismo manejan el cotarro- que no paran de darle vueltas al coco para dar un pelotazo que les afirme en sus cómodos puestos donde ganan millones de dólares y gozan de unas privilegiadas situaciones sociales. Como ya la gallina de los huevos de oro no pone cuando debe poner, y la cosa está cada día más difícil, se dedican a apostar sobre seguro, o lo que es lo mismo, hacen nuevas versiones de películas que en su día triunfaron, desde “El planeta de los simios” hasta “La máquina del tiempo”; el problema es que rara vez alcanzan la calidad de las películas originales no ya por el argumento –algo imposible, lógicamente- sino por la apuesta artística de las mismas, traicionando deliberadamente la idea original y prostituyéndola con música comercial, merchandising y “estrellas” –que no actores- de moda. Y así pasa lo que pasa.
“La matanza de Texas” precisamente resultó escalofriante por la austeridad y la brutalidad de sus imágenes: aquí no había trampa ni cartón, sino una crónica descarnada de unos de los sucesos más brutales en la historia de la humanidad, acaecido en 1973 en el corazón mismo de Estados Unidos, donde la policía descubrió una casa que antes había sido un matadero, donde un maníaco tenía almacenados a más de treinta cadáveres y esgrimiendo una sierra eléctrica, se cubría la cara con una grotesca máscara hecha de los restos de sus víctimas. Este macabro suceso originó tal convulsión social que Tobe Hooper recreó el infierno mismo con una asombrosamente efectiva parquedad de recursos y la utilización de una banda sonora realmente sobrecogedora. Además de ponernos la carne de gallina, logró poner de moda el subgénero terrorífico en el que un grupo de adolescentes se enfrenta a un loco homicida, haciendo picadillo de estudiantes con los más diversos artilugios, en una perversa y demostradamente comercial saga que fue casi interminable –“Viernes 13”, “Halloween”, etc.-. Pero lo que es penoso para cualquier aficionado al cine es que la original “Matanza de Texas”, ese tremendo regreso a los infiernos, haya servido de pretexto para una operación comercial dirigida por un realizador de publicidad y videoclips, que además de no aportar absolutamente nada a la original, resulta de lo más previsible y tópico, además de sobrar todo el lujo y el boato en una producción de Michael Bay, ese director que parece utilizar el parkinson en las películas de acción. De ser una película de terror, miedo y desamparo, ahora la quieren convertir en el tren de la bruja, en el que la gente lo que hace es reírse más que pasar miedo. Lo único bueno, las imágenes documentales reales de la policía cuando entraron finalmente en aquella casa.
|