Se supone –sólo se supone…- que cuando un autor entra en la industria de Hollywood ha de “ceder” –algunos llegan a llamarlo “prostituirse”- en proyectos que no le seducen en absoluto para así ganarse la confianza de los productores. Es la única forma de explicar que el guionista que ha perpetrado engendros de la talla de “Men in black”, “Super Mario Bros” y “Los Ángeles de Charlie” haya dirigido este film como primera película, con una vocación tan profunda y alejada de la barata comercialidad de los anteriores filmes. No obstante, hemos de reconocer el impresionante reparto de esta película, con Freeman, Thornton, Hunter y Dunst, todos ellos realmente impresionantes para realizar una letanía del perdón buscado por un condenado a cadena perpetua al que se le conmina por veinte años de cárcel. Resulta inevitable recordar la reflexión que Stephen King realizara en la novela “The Shawshank Redemption”, y que luego se convirtiera en la excelente cinta “Cadena Perpetua” sobre la institucionalización de los presos, que llegan a amar mucho más la cárcel donde se han llevado parte de su vida que la presunta libertad del mundo exterior. Con este planteamiento, el protagonista del film sale de de prisión con la mirada de un perro apaleado, aquejado de una monumental culpa y buscando el perdón a cada mirada con la que se cruza, decidiendo finalmente que lo va a encontrar ayudando a todos los que le rodean.
Este punto de partida, que podría haber originado una reflexión lúcida de la violencia y el egoísmo humano, queda realmente eclipsada debido a un ritmo demasiado lento que desemboca finalmente a un manifiesto aburrimiento que ni siquiera las excelentes interpretaciones son capaces de paliar. Es como si a la historia se hubiera convertido en un antiguo disco de vinilo al que le hubieran bajado las revoluciones y todo el mensaje quedara diluido progresivamente al tiempo que aumenta el metraje. Si bien es cierto que la historia requiere un tono pausado, podría decirse que a Ed Solomon se le fue la mano y dejó demasiado tiempo el pastel en el horno, deshinchándose finalmente. Quizás una realización más vigorosa y una banda sonora algo más presente habría ayudado a vivificar el tono general del film, dramático y lento en demasía, como lo es la plana interpretación del camaleónico Billy Bob Thornton: su mirada trémula y su apurada sonrisa no varían en toda la película, suceda lo que suceda; y claro, al enfrentarse al resto del reparto, todo queda bastante desvaído, falso incluso. Una lástima, porque cuando ha tenido la oportunidad de “hacer lo que quiere hacer”, ha fallado en todos los ámbitos, así que me temo que Mr. Solomon seguirá escribiendo productos de gran taquillaje y no le dejarán realizar otro proyecto personal en mucho tiempo.