El depauperado subgénero del terror adolescente ha sufrido lo suyo: desde los clásicos como “Viernes 13” o incluso la primera parte de “Pesadilla en Elm Street”, que mantenían una cierta dignidad y algo de inteligencia en la historia, se ha llegado a la semiparodia aguda con “Scream”, y ya directamente, a la comercialidad más facilona y aburrida con “Sé lo que hicisteis el último verano”, sin olvidar el delirio cómico de “Scary Movie”. Por todo ello, parecería una incongruencia esperar algo de este tipo de películas, que sorprendentemente, se siguen produciendo –y recaudando-. Al parecer aún quedan de vez en cuando destellos de originalidad en los guionistas y productores, cayendo películas como “Identidad” o bien la que nos ocupa, que sin ser ningunas maravillas, si que logran su objetivo principal: sobrecoger durante toda la proyección, causar el desasosiego propio de la intriga y si encima le dan a uno varios sustos, pues mejor. Quizás el único error del planteamiento del film, es el personaje sobre el que gira toda la historia, una empollona realmente aborrecible, que no es otra que la antigua novia de un chaval que ha desaparecido hace dos años. Cuando la policía entra en la vida del instituto donde estudia la chica, investigando un nuevo caso de desapariciones, la cosa se va a poner mucho más interesante.
Autor de guiones como “Reglas de compromiso” –que dirigió William Friedkin, con Samuel L. Jackson y Tommy Lee Jones- y sobre todo, “Traffic”, la excelencia dirigida por Soderbergh que le hizo además ganar un oscar al mejor guión, Stephen Gaghan debuta como director con esta película de manera modesta y con cierta sorna. Utilizando muchos consabidos mecanismos para mantener la tensión y dar alguno que otro respingo al espectador, Gaghan logra hacernos entrar en ese mundo rosa y algo trillado de los estudiantes norteamericanos, aportando un enfoque diferente y mucho más humano, más real que el visto hasta ahora. Si bien es cierto que tras un brillante arranque y desarrollo medio, la resolución puede ser algo predecible –sobre todo por el personaje de Embry-, el trabajo de guión ha sido bueno, y consigue con creces articular en clave de suspense esa “persecución de la verdad” que suele estar presente en este tipo de filmes.
La guapa Katie Holmes realiza un notable esfuerzo por resultar encantadoramente cotidiana, pero a veces tiene un registro mucho más empalagoso que el que ya conocemos de otros trabajos suyos. Ha sido divertido que el director la haya rescatado de otros filmes de este corte –como “Secuestrando a la Srta. Tingle”- para hacerla encajar en esta película, mucho más corrosiva y ácida. Lástima que no lo haya sido algo más por aquello de la comercialidad.