Ficha película

Título:
La puta y la ballena
Director:
Luis Puenzo
Intérpretes:
Eduard Nuskiewicz, Pep Munne, Merce Llorens, Miguel Ángel Solá, Leonardo Sbaraglia, Aitana Sánchez-G
Calificación:
Crítica

Que la literatura y el cine tienen lenguajes similares nadie lo discute. Lo que muchos si discuten, y además con una copiosa ferocidad son las grandes diferencias que tienen ambos medios artísticos, y cómo cada uno de ellos desarrolla sus propios recursos y elementos dramáticos, que no son extrapolables de uno a otro: existen muchas novelas excelentes que en su traslación a la pantalla, quedan empobrecidas sencillamente porque se intenta una “literalidad” que, inexorablemente, no puede darse. Aunque la familia Puenzo haya trazado, ayudados por Ángeles González Sinde, una historia para el cine, más parece una novela que otra cosa, por tanto el ritmo y el guión desbarra hacia elementos literarios que se quedan huérfanos de sentido en el contexto cinematográfico. Indudablemente, es una película magníficamente rodada, con una factura brillante, y una atmósfera insuperable, por no hablar de las sobrecogedoras interpretaciones de todo el plantel. Pero todo ello queda empobrecido por una historia falta de interés y que para más señas, no se articula debidamente, resultando a la postre muy aburrida e increíble, por cuanto se toman una serie de licencias “dramáticas” demasiado arbitrarias. Todo arranca cuando una mujer madura recibe el encargo de volver a escribir una novela y para ello deberá viajar a Argentina para descubrir todo el contexto que gira en torno a una ballena que encalló en la Patagonia, donde además vive una prostituta que es explotada con una cierta falsa compasión por sus amantes.
El retrato del submundo de la prostitución a principios de siglo está sórdida y magníficamente realizado, pero la forma de abordarlo por parte del personaje principal es tan artificial como artificioso, perdiéndose en una división narrativa del flash-backs que no termina de dinamizar la historia, más empeñada en mostrar sucesos puntuales y enamorándose de la estética y la forma –sobre todo del Tango- que de las propias motivaciones internas de los personajes, que podrían haber compuesto una rica e intensa galería. Desaprovechando todos estos elementos, el antaño interesante Puenzo –que tiene un Oscar en su haber por “La historia oficial”- parece haberse quedado tan encallado como la ballena que sirve de pretexto a una película que bebe directamente de todas las pautas dramáticas y estéticas de “El Paciente Inglés”, pero que a diferencia de la excelente cinta de Anthony Minghella, no comparte ni su ágil resolución, ni su pasión, y lo peor de todo, no consigue que el espectador haga el pacto que, de entrada, se le exige para seguir avanzando en la historia. La poesía, es maravillosa, pero si hay que trasladarla al cine, necesita necesariamente ser traducida al parámetro fílmico.


Federico Casado Reina



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