Ficha película

Título:
Atún y Chocolate
Director:
Pablo Carbonell
Intérpretes:
Pablo Carbonell, María Barranco, Pedro Reyes, Antonio Dechent, Rosario Pardo, Andrés Rivera, Begoña
Calificación:
Crítica

El realismo social siempre ha sido un abono perfecto para realizar comedias que sustraigan todos los problemas que acucien a determinados sectores de un país. El maestro Stephen Frears, entre otros, ha logrado tomar el pulso y toda la corriente de nuevo cine británico o la visión de muchos realizadores iraníes han conseguido dibujar el semblante amargo y a la vez esperanzador de personajes que sobreviven con una sonrisa en los labios, a pesar de los muchos problemas que casi le impiden seguir adelante. Esa es precisamente la clave que el ínclito Pablo Carbonell ha utilizado para entrar en el mundo del cine por la puerta grande, o lo que es igual, escribiendo, dirigiendo e interpretando su primer film, que aunque tiene elementos de comedia delirantes, traza una segunda lectura mucho más profunda hacia problemas como el paro, el matrimonio, la inmigración o la droga.
Alguien dijo alguna vez que la mejor forma de tomarse en serio algo, es bromeando sobre ello, y tenía razón: los problemas expuestos, sin ningún punto cainista ni maniqueo, consiguen sensibilizar al espectador con unos personajes realmente entrañables que se toman la vida con bastante filosofía: cuando un niño decide que quiere hacer la primera comunión, en una pose fundamentalista del cristianismo, su padre no sabe que hacer, ya que está en la mayor de las ruinas, y su mujer quiere casarse con todas las de la ley, convite incluido. Como la situación en Barbate no es precisamente la mejor del mundo, el pobre Manuel –apodado “nadando con chocos”- tiene que inventarse el único recurso que le queda para poder agasajar a todos los invitados a su boda: robar un atún.
Lo mejor de la película es su clara vocación de complicidad con el espectador, en una especie de divertimento personal, alejado de cualquier tipo de pretenciosidad. Rescatando el tono del más puro “gran guiñol” berlanguiano, el director compone una comedia coral con retazos incluso de realidad y utilizando a actores no profesionales –pero que componen la realidad inmediata de Barbate y Zahara de los atunes- dota de un toque documental a la historia que es otro gran punto a favor. En definitiva, una fresca y original reflexión sobre la esperanza vital y sobre ese modo de vida donde la felicidad es el último destino, y que generalmente no tiene porqué venir acompañada de dinero, posesiones o egoísmos. La felicidad, es compartir, amar y ser amado.


Federico Casado Reina



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