No sé si es que el futuro ya está aquí o que la imaginación de autores y guionistas no ve más allá de una relativamente cercana prospección en el tiempo venidero, pero lo cierto y verdad es que las películas de ciencia-ficción cada vez se parecen sospechosamente más a la realidad que nos rodea actualmente. En el año 97, un canadiense sorprendió con una sencilla y a la vez originalísima película que sirvió como revulsivo para el género fantástico, pues “Cube” sorprendía por su sencillez, aunque denotaba una candidez en el desenlace impropia de la envergadura del film –claro que se le perdonaba al ser su primer largometraje-. Tras haber realizado interesantísimos programas de televisión –también centrados en el género fantásico como “El final de la tierra”, con un origen tan ilustre como el de Gene Roddenberry, creador de la saga “Star Trek”- y cortometrajes de auténtico culto –“Elevated”, el mismo año en que realizó “Cube”- ahora ha llegado su puesta de largo en la industria cinematográfica internacional, con mucho presupuesto, estrellas de renombre, y un guión que bebe del cyberpunk de William Gibson. Como ya hicieron “Johnny Mnemonic”, “Minority Report”, “Desafío Total” o “Paycheck”, la historia se centra en un individuo de lo más normal –un contable, que encima, está parado-, que un buen día decide cambiar su vida y trabajar para una misteriosa empresa, que le convierte en un espía industrial a los más altos niveles; todo esto funciona, hasta que en plena misión, convertido ya en agente secreto, empieza a sospechar de sus propios recuerdos…y de todo lo que le rodea.
Aunque el estilo visual es un potaje bien aliñado de “Men in black”, “Matrix” y toda la nueva tendencia conceptual de la ciencia ficción–es decir, trajes impecables, corbatas, gafas de diseño, efectos digitales, artilugios tecnológicos alucinantes, etc.- la historia requiere todos esos elementos, que encajan a la perfección. El desarrollo argumental –que para qué engañarnos, está plagado de unas muy bien ubicadas “trampas”- consigue que el producto tenga mucha agilidad, y prácticamente no hay momento para el aburrimiento no ya por las impresionantes y preciosas secuencias de acción, sino por el ritmo dramático, que te cautiva en todo momento. Si en “Cube” los personajes estaban muy bien diseñados, la película que nos ocupa no le va a la zaga, con unas dimensiones bastante complejas para cada uno de los sujetos que van encajando en el rompecabezas que el protagonista empieza a armar cuando conoce a la misteriosa mujer que le empieza a abrir los ojos. Una película que juega con la famosa sospecha del futuro orwelliano, en el que el sujeto siempre está observado, por mucho que luche e intente zafarse del control político y social, que a diferencia de lo imaginado en el “1984”, no lo ejerce el estado, sino que lo hace una poderosa multinacional.