El prolífico y talentoso Stephen King vuelve a las pantallas cinematográficas de la mano de uno de los más famosos guionistas y realizadores de Hollywood, David Koepp, que es capaz de escribir productos tan comerciales como “Spiderman” o “Mission Impossible”, pero que a la vez también sabe recrear y dirigir sus propias historias como las excelentes “El efecto dominó” o “El último escalón”. Ahora se ha acercado al “rey” midas del terror literario, multiadaptado por los más grandes –como en “El resplandor” de Stanley Kubrick- y los más pequeños –ahí tenemos infinidad de teleseries como “Apocalipsis”- para narrar un relato claustrofóbico, lleno de matices e intriga, pero que no hace otra cosa que recrearse en la obra anterior de King, cuyas muy reconocibles pautas se repiten inexorablemente. Por eso, el suspense llega un momento, en que no es tal, y todo lo vemos venir, si es que –repito- conocemos un poquito la obra de King y su obsesión por los escritores.
Todo comienza cuando un exitoso novelista se separa de su mujer, quedándose sumido en la mayor depresión y siendo incapaz de recuperar la pasión por la escritura. Es ahí donde aparece un siniestro personaje que le acusa de plagio, amenazándole de muerte si no demuestra su inocencia. El cerco se va a ir cerrando cada vez más, hasta que sólo existe una única salida: enfrentarse cara a cara con la terrible realidad que está viviendo…
Aunque al guión se le pueden poner “peros” -sobre todo porque siendo un film de suspense-terror, empezamos a sospechar demasiado pronto la solución de todo- donde hay que quitarse el sombrero es en la dirección de Koepp, que es efectiva y brillante, consiguiendo una cadencia ejemplar, heredera de los parámetros clásicos de Hitchcock. También la dirección de actores es otro elemento realmente impresionante, con un Depp especialmente contenido y perfecto para el papel. Un elemento que me llamó la atención poderosamente es cómo Koepp ha sabido incluir toda la sorna y el malsano sentido del humor de King dentro de la historia, cuando normalmente es simplificado sin piedad de las adaptaciones cinematográficas, sin olvidar tampoco la excelente banda sonora de Glass y las aportaciones de Zanelli, que consiguen una atmósfera de intranquilidad francamente apropiada en muchas de las secuencias. Así pues, estamos ante una obra de valía y solidez, pero únicamente recomendada para los neófitos de Stephen King, que no conozcan nada –o poco- de su obra y de su filosofía del terror, porque si no es así, la complicidad se establece demasiado pronto.