Lo primero que hay que señalar de esta excelente cinta es la incomprensible barbarie de la distribuidora española cambiándole el nombre original del film –“Secondhand lions”, o lo que es lo mismo, “Leones de segunda mano”, que se adecua a la perfección con la historia- al que le han colgado en nuestro idioma. Y lo segundo, es quitarse el sombrero ante uno de los guionistas más imaginativos que actualmente ha arrojado la industria norteamericana: no solo nos encandiló con el guión de la película de animación “El Gigante de Hierro”, y con la serie televisiva “Smallville”, sino que además ha tenido la suficiente capacidad como para escribir y dirigir una historia enmarcada en el mayor y más puro clasicismo del cine de aventuras, uniendo preciosos elementos de realismo mágico, otro de fantasía infantil –sin llegar nunca a ser tonta- y otros más de crítica social a la realidad norteamericana de los años sesenta. De todo ello agitado surge un incomparable cóctel de perfecto sabor, todo un deleite para el espectador.
La historia arranca cuando una madre soltera de moral un tanto cuestionable, deja a su hijo preadolescente junto con unos extravagantes tíos abuelos en su granja del campo para pasar el verano. A partir de entonces, la vida presuntamente aburrida de los dos abuelotes será progresivamente descubierta por los huidizos y curiosos ojos del chaval protagonista, que se irá metiendo en la apasionante vida de los que fueron dos ejemplares aventureros. Lo cierto es que no hace demasiado tiempo, y con mayor y rimbombante publicidad nos llegó “Big Fish”, la última cinta de Tim Burton que quiere contar aproximadamente lo mismo que la película que nos ocupa, pero que lo hace manifiestamente peor: por un lado, todas las “historias” de fantasía son tontorronas, nada imaginativas, frente a las apasionantes aventuras que vivían los dos abuelotes cuando eran jóvenes –desde verse alistados obligatoriamente en la Legión Extranjera hasta enfrentarse con un malvadísimo y todopoderoso jeque árabe que quería arrebatarle el amor a uno de ellos…-; seguramente Burton habría hecho mucho más con un guión como éste. Pero si nos centramos en la dirección, vemos que McCanlies ha demostrado una soltura más que suficiente para poder articular una historia tan imaginativa como ésta. Más aún, ha sabido dotarla del ritmo perfecto, plano a plano, sin perder un momento de ritmo y consiguiendo hacer vivir a personajes tan bien perfilados como creíbles, por más que la fantasía les envuelva. Las interpretaciones, como no podía ser de otra forma, son antológicas, incluyendo a un bastante maduro Haley Joel Osment –el niño de “El sexto sentido” y tampoco podemos olvidar la partitura de Patrick Doyle, que nos hace soñar en cada momento del film. Así es como se hacen las películas, señores, por muy de tapadillo que se estrene y sin que haga falta parafernalia, ni merchandising, ni publicidad. Si la fantasía es cine, esto es cine puro.