Ficha película

Título:
El principio de Arquímedes
Director:
Gerardo Herrero
Intérpretes:
Marta Belaustegui, Roberto Enríquez, Blanca Oteyza, Alberto Jiménez, Vicky Peña, Manuel Morón y Víct
Calificación:
Crítica

La faceta de Herrero como productor ha superado con mucho su labor como director, aunque en sus inicios –especialmente en “Desvio al paraíso”- apuntaba maneras muy interesantes que paulatinamente se han ido desdibujando hasta llegar al gran fracaso que ha supuesto su proyecto más ambicioso detrás de la cámara “El caso Galíndez”. Pero ahora, colaborando con Gopegui, con quien ya trabajó en “Las razones de mis amigos” ha creado –y recreado- un mundo tan cercano y reconocible, como apasionante: existe cierta vocación documental a la vez que teatral a la hora de asomarnos a las vidas de dos parejas, la una triunfadora y superyuppi, y la otra supuestamente más centrada en sus propias vidas que en sus trabajos. Paradójicamente, ninguno está contento en su situación: ni el arquitecto triunfador –que quiere una esposa con la que compartir su éxito profesional-, ni la directora de operaciones de una cadena de tiendas –que quiere más tiempo para criar a su hijo y mantener su relación con su marido-, ni el profesor de instituto –que desearía una compañera que compartiera sus mismas aficiones-, ni, para acabar, la madre abnegada –que desea el éxito profesional, un sueldazo y no depender de su marido, el profesor de instituto-. Lo más interesante de la historia es ver cómo las permutaciones de dos de sus miembros –las dos mujeres- no solo las cambian a ellas de una manera radical, sino a todo el entorno que las rodea.
Aunque la película tiene un punto de pesimismo, reflexionando sobre la pose economicista e inmisericorde de muchas empresas, también añade algunas notas cómicas que suavizan la reflexión, realizada finalmente con una estética teatral a modo de conclusión, que resulta tan acertada en el discurso como original en la estructura tragicómica. Los cuatro protagonistas, son quizás, junto con el guión, la mejor baza de la película: las sólidas interpretaciones construyen unos personajes con cuerpo, llenos de pasión en cada uno de sus aspectos. Lógicamente, el trabajo de la guionista también se ha visto llenado por estos actores en estado de verdadera gracia, consiguiendo conectar en todas las situaciones, y lo que es más importante, haciendo creíble la evolución dramática de todos y cada uno de los personajes. Quizás se eche en falta un poco más de ritmo en el segundo acto, que podría haber agilizado notablemente el resultado final. En una lectura más simplista, podría decirse que la película es una metáfora sobre el poder y la corrupción, sobre el egoísmo o sobre los intereses partidistas. Pero Herrero es capaz de ir mucho más allá, trazando casi un tratado sociológico sobre el capitalismo y de cómo el ser humano intenta sobrevivir manteniendo lo más intacta posible su integridad –¿o quizás no?-.


Federico Casado Reina



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