Por muchas adaptaciones que se hayan hecho en cine y en televisión –incluyendo la mismísima “Hook” de Steven Spielberg-, todos tenemos en nuestra memoria la película de animación de Walt Disney, con esos maravillosos personajes llenos de ternura e intensidad. El australiano P. J. Hogan ha sido lo suficientemente listo para no entrar en conflicto con ese recuerdo, y ha utilizado todos esos elementos y los ha renovado, creando un film “nuevo, pero antiguo”, fiel a todos los personajes que ya conocíamos, pero haciéndolos entrar en el conflicto real y auténtico del texto original: la lucha entre la infancia y madurez. Pero la mayor habilidad de este film no ha consistido en eso, sino en añadir las concesiones justas a los adultos y a los niños, creando un producto final lo suficientemente balanceado para ser una película de aventuras apasionante, que no llegue a ser ñoña, y que tampoco sea terrorífica.
El punto de partida y el desarrollo es de sobra conocido: Wendy es una niña que ha de prepararse ya para el matrimonio, aunque ella prefiere seguir soñando con sus cuentos, que son oídos por sus dos hermanitos y por un excéntrico personaje, que vuela, Peter Pan, y con el que se marcharán al país de Nunca Jamás, enfrentándose con el malvado Capitán Garfio y sus huestes de piratas malolientes. Aunque pudiera parecer una simpleza, esta es una película orientada fundamentalmente a los más pequeños, y como tal tiene que entenderse: el despliegue visual y técnico es realmente esplendoroso y toda la cinta rezuma calidad y espectacularidad. Pero detrás de todas esas fanfarrias, está el verdadero espíritu de la historia, presente a cada plano, y que resulta precioso y nada anticuado. Aunque hayan pasado ya cien años de la creación del niño que no quería crecer, Peter Pan sigue igual de joven e igual de vigente, en una fábula mágica donde la imaginación consigue dar todas las pautas para soñar con personajes fabulosos –y que no son tan “buenos” o “malos” como pudiera pensarse…-, tierras increíbles y aventuras emocionantes. Por eso, resulta gratificante que esos años no pasan por las buenas historias, ni por los buenos personajes. Hay que agradecer también la falta de pretensiones del realizador a la hora de plantear esta película, que no quiere ser más que un caro juguete en manos del espectador, que disfruta de él de principio a fin, y que si quiere, puede encontrar muchas otras pautas más “profundas” dentro de la historia, o bien dejarse embaucar –con mucha habilidad- en las hazañas del niño volador más famoso de la historia del cine.