Ficha película

Título:
Dark Blue
Director:
Ron Shelton
Intérpretes:
Kurt Russell, Brendan Gleeson, Lolita Davidovich, Ving Rhames, Jonathan Bank, Michael Michele, Scott
Calificación:
Crítica

El bien y el mal siempre han formado parte de ese subgénero policiaco en el que uno se planteaba si había límites para el cumplimiento de la ley y el orden. Películas como “Asuntos sucios” de Mike Figgis y más recientemente “Training Day” de Antoine Fuqua han puesto en tela de juicio todos esos recovecos legales –y morales- de la policía cuando tienen un determinado objetivo: el de “proteger y servir” –como figura en las placas y los coches de los servicios del orden norteamericanos. La novela de Ellroy probablemente es una de las reflexiones más lúcidas sobre este tema, ambientada en un sórdido y enrarecido ambiente de desencanto y pesimismo, con complejísimos personajes que intentan mantener lo más intacta posible su integridad moral ante la vorágine de corrupción, brutalidad, vicio y robo que les rodea: Eldon Perry es un buen policía, y resuelve todos sus casos por la vía que sea necesaria, ya sea legal o ilegal. Pero siempre mantiene una especie de “faro moral” que le va guiando de una manera más o menos justa. Pero cuando se enfrenta a un nuevo caso de asesinatos con tintes raciales, no sólo tendrá que descubrir toda la trama, sino que además deberá salvaguardar a su novato compañero, y salvarse de las hostilidades de varias esferas de su propio ambiente, que amenazan con acabar con su carrera profesional.
Aunque Ron Shelton últimamente ha estado con la capa caída, perpetrando cosas como “Jugando a tope”, “Tin Cup”, o de manera mucho más sangrante, “Hollywood, departamento de homicidios” –que en realidad, fue rodada después del film que nos ocupa- esta cinta me ha sorprendido muy gratamente, no ya por la calidad de la historia –que ya conocía- sino por la austeridad y eficacia a la hora de dirigirla, añadiendo tridimensionalidad a todas las tramas que se solapan sobre unos personajes bastante ricos. La disyuntiva moral de los policías, así como la elección de la “bondad” sobre la “maldad” no chirría en ningún momento, y Shelton no se erige como juez y jurado de los personajes, que hubiera sido lo más fácil: muy al contrario, intenta plasmar –incluso a veces, con una frialdad documental- ese abismo que se abre en la toma de decisiones, donde la justicia y la integridad se desdibujan. No hubiera podido hacerse el film sin la monumental presencia de un Kurt Russell en estado de gracia, que borda su papel de duro policía atormentado –de hecho, la película fue escrita para él desde un principio-, mostrando su esplendorosa capacidad en una madurez interpretativa que ha de ser reconocida cuanto antes. Esa falta de pretensiones que tienen los personajes, buscando únicamente sobrevivir, es la que tiene el film y es su mayor atractivo, en la búsqueda de la frontera entre la integridad y la corrupción.


Federico Casado Reina



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