A veces uno no sabe si realmente el artista verdadero ha de pasar por un infierno personal para rayar en la genialidad en su expresión; Van Gogh, Mozart, Beethoven, Hemingway o Bécquer sufrieron lo suyo hasta lograr crear sus geniales reflexiones, que únicamente fueron reconocidas años –cuando no, siglos- más tarde de sus respectivas muertes. Algo parecido le sucedió a la poetisa y escritora norteamericana Sylvia Plath, que tras enamorarse de otro escritor británico, Ted Hughes, vivió un calvario de celos profesionales y personales hasta que finalmente, se suicidó después de escribir todos sus furibundos pensamientos, que se convirtieron con los años, en uno de los más importantes textos poéticos del siglo XX.
Lo cierto es que la neozelandesa Christine Jeffs, que deslumbró al mundo con “Rain”, su anterior y excelente película, ha recurrido a todos los tópicos en los “biopics” cinematográficos, sin hacer caso a filmes como “Las horas”, donde la genial Virginia Woolf era examinada existencialmente a través de sí misma, de su propia obra, y de lo que sus textos provocaron en los lectores durante generaciones. En esta ocasión, “Sylvia”, tiene una narración completamente lineal, exenta de florituras. Esta austeridad en el discurso desemboca en un ritmo demasiado lento, pausado para unas vidas –la de Plath y Hughes- que quitando la literatura que emanaba de sus brillantes cerebros, fue de lo más normal. Lógicamente, el carácter y el genio de la poetisa norteamericana es uno de los elementos fundamentales de esta biografía, que además tiene un correlato perfecto en la magnífica interpretación de Gwyneth Palthrow, convertida en epicentro incontestable de la película, en una de sus mejores interpretaciones de toda su carrera. Hubiera sido mucho más deseable hacer una reflexión sobre el genio del creador, en general –recordemos, por ejemplo “La pasión de camilla Claudel”- enfrentados a sus propias parejas sentimentales que tienen menos capacidad que ellos mismos. Esa podría haber sido la piedra de toque perfecta para poder haber desarrollado una historia muchísimo más interesante, y no quedarse en lo puramente circunstancial en una relación de pareja con problemas de celos y posesiones. La pausada y preciosa banda sonora de Gabriel Yared, que en otro film habría sido un bálsamo perfecto para una narración pausada, en esta película le hace un muy flaco favor al ritmo interno de la historia, convirtiéndola en plomiza y demasiado lenta. Una lástima, porque con un realizador de más experiencia y un mayor riesgo narrativo, podría haber sido un muy apreciable film, y ahora sólo se ha quedado en algún que otro destello interesante.