Ficha película

Título:
Kill Bill (vol I)
Director:
Quentin Tarantino
Intérpretes:
Uma Thurman, Michael Madsen, David Carradine, Vivica A. Fox, Daryl Hannah, Chiaki Kuriyama, Sonny Ch
Calificación:
Crítica

La sublimación es uno de los recursos psicológicos para solucionar las frustraciones o ambiciones: a unos les da por hacer escalada, otros prefieren ir a los mejores restaurantes, y otros tantos se compran un saco de boxeo para aporrearlo en sus ratos libres. A Tarantino, en cambio, le ha dado por hacer películas. Y si bien, hasta ahora, sus trabajos también interesaban al espectador, ofreciéndole en mayor o menor medida un espectáculo original, en esta ocasión se ha salido de madre y ha hecho una película directamente, para sí mismo, para divertirse haciéndola, y para purgar sus propios fantasmas atesorados a lo largo de miles de horas en los videoclubs y cines de reestreno. Además hay un punto falsario y comercial en éste, su último trabajo, que resulta a todas luces irritante: todos los recursos estilísticos –desde los intertítulos, a la banda sonora más o menos bailable, pasando por los efectos de sonido, el virado en blanco y negro, los dibujos animados y así un casi infinito etcétera- son totalmente gratuitos. O lo que es lo mismo, están sencillamente porque “quedan bonitos”. A tenor de estos resultados, no tenemos por menos que pensar que toda la virguería argumental de “Pulp Fiction” no se debía al propio Tarantino, sino a su colega Roger Avery.
La historia surgió de la imaginación de Uma Thurman y el propio director cuando, en pleno rodaje de “Pulp Fiction”, vivieron un apasionado romance –que por cierto le costó el matrimonio a Uma con Gary Oldman-; “la novia”, es el personaje central de una historia que surge de mezclar western, películas antiguas japonesas y cine setentero de Hong Kong: un grupo de asesinos a sueldo, entrenados e implacables, asesinan a una de sus componentes el mismo día de su boda, estando además embarazada, pero no consiguen matarla y entra en coma. Tras despertar, se dedicará a vengarse de todos y cada uno de los que intentaron cargársela. Y eso es todo. No hay más. Ni motivaciones, ni personajes, ni nada de nada. Sencillamente, leña. Tiros, patadas, navajazos, una estudiada y espectacular coreografía de acción realmente vacía, puesto que no atiende a ningún recurso argumental. Todos esos estilismos, además, resultan de lo más cansino cuando se prolongan en el tiempo de manera tan dilatada, que los chistes, los guiños cómplices y todo el universo “freak” de Tarantino –que podría dar, sin duda, para escribir un tratado de psiquiatría-, llega a empalagar. Pero es que además, encima de todo, los productores han dejado que este niño mimado se autoinmole, evitándole que corte todas las marcianadas que se le ha ocurrido meter en una película que demuestra, indefectiblemente, que Tarantino necesita una buena terapia, por muy temprano que se levante. Y que hasta que se cure definitivamente, por favor, deje de hacer películas.


Federico Casado Reina



©2001. AndaluNet, Diseño y hospedaje de páginas Web