Ficha película

Título:
The Station Agent (Vías Cruzadas)
Director:
Thomas McCarthy
Intérpretes:
Peter Dinklage, Patricia Clarkson, Bobby Cannavale, Paul Benjamin, Raven Goodwin, Michelle Williams,
Calificación:
Crítica

En poco más de un siglo de historia, casi se ha demostrado que lo realmente importante de una película, no es lo que te cuenten, sino cómo te lo cuenten. Pocas películas sorprende ya por su originalidad temática, pero algunas si nos dejan deslumbrados con la forma de transmitir el mensaje, por la frescura e innovación narrativa, cuando no artística. ¿Cuántas veces hemos visto en el cine más comercial a personas con algún tipo de minusvalía física que chocan con la sociedad presuntamente “normal”? O aún mejor ¿cuántas veces Hollywood ha erigido la –falsa- bandera de la integración físico/mental en sus personajes? La mayoría de los casos, la hipocresía y la falsa compasión estaban irremediablemente presentes en el discurso de esos filmes que repetían, una y otra vez, los mismos tópicos. En cambio, el film que nos ocupa es una mirada valiente y honesta a la integración humana por encima de cualquier condicionante que uno pueda imaginarse.
Quizás Tod Browning diera con la tecla más hiriente en el tema con su genial “La parada de los Monstruos” (“Freaks”), y algo de esa herencia está presente en esta cinta que gira en torno a un enano que se va a vivir a una antigua estación de ferrocarril perdida en medio del campo, donde será él quién acogerá a otros dos personajes diametralmente distintos a él –una madre cuyo bebé ha fallecido, un latino de lo más particular- que también huyen del fariseísmo social que pueda rodearles. Descubierta en las últimas ediciones de los prestigiosos festivales de Sundance y San Sebastián, lo más importante del film es la honradez y la simplicidad con que el actor debutante como director y guionista, Thomas McCarthy, acomete esta metáfora sobre la humanidad mucho más allá de los factores físicos, sociales e incluso mentales: al final todos deseamos lo mismo, sencillamente ser uno más, y huir de la falsa compasión que pueda girar ante cualquier de nuestros problemas más o menos evidentes.
En esta inteligente metáfora sobre la aceptación, y la realización personal, no se usa el clásico triunfalismo norteamericano, sino que, al igual que sucede en la vida misma, son más importantes las sonrisas, las miradas de aliento y las manos que te estrechan el brazo cuando más lo necesitas, casi sin esperarlo. Aunque la película tiene algunos fallos propios de novatos –tales como un bajón dramático notable hacia el final del segundo acto, justo en el momento en que las emociones empiezan a cargarse para desembocar en una resolución original y a la vez consecuente con el discurso- resulta realmente alentador ver cómo la producción norteamericana aún nos puede regalar perlas como ésta.


Federico Casado Reina



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