La máxima ambición de los productores de una película –desgraciadamente, en la mayoría de los casos- no es realizar una película interesante que aporte algo al llamado “séptimo arte”, sino más bien en crear una rentabilidad prodigiosa, intentando acaparar el mayor –y más diverso- público posible. Por eso conseguir una película “para todos los públicos” –o en su denominación puramente Hollywoodiense, “para el público familiar”- es la gran meta a seguir. En este denodado empeño, se creó hace décadas un género que no tenía a un determinado personaje como protagonista, sino que el centro y eje de las historias era la familia misma, para así intentar implicar a todos los segmentos de población y conseguir más taquilla. Como en los tiempos que corren, la imaginación no es una de las características principales en el cine norteamericano, los grandes estudios han decidido no sólo apoyar el cine familiar, sino que además lo hacen realizando nuevas versiones de películas antiguas que ya han triunfado en el día de su estreno, como sucede con el film que nos ocupa, porque “Cheaper by Dozen” –que es su título original- ya fue una divertida cinta protagonizada por Myrna Loy en 1950, y que al igual que la versión actual, se basaba en un libro de Frank y Ernestine Gillbreth sobre los problemas que un hombre tiene que vivir cuando ha de cuidar a sus doce hijos, al faltar la mujer del hogar por exigencias laborales.
Aunque ya tenemos precedentes en el cine y la televisión de la problemática en las familias numerosas –desde “Con ocho basta”, hasta la entrañable cinta española “La gran familia”, con el inolvidable Pepe Isbert-, en esta ocasión se añade un elemento más: el de trasladar la familia entera desde su pueblo natal hasta una gran capital. Lo mejor del film es su vocación “familiar”, estudiada y completamente clara desde un principio: esa “honestidad” consigue que el nutrido repertorio de escenas cómicas –algunas de ellas algo salidas de madre- no desentonen con el cómputo general del film, de clara vocación liviana y que funciona exactamente igual que un juguete para la distracción de pequeños y grandes.
Protagonizada por un curtido Steve Martin –que parece moverse como pez en el agua en este género “familiar”, al protagonizar filmes como “El padre de la novia” o “Dulce hogar, a veces”- el reparto se completa con Bonnie Hunt y muchos rostros televisivos –entre ellos, el protagonista de “Smallville”- para dar vida a todos los vástagos de la pareja protagonista, que tiene los mismos problemas que cualquier hijo de vecino. Un respetable y divertido –aunque tópico- intento de captar a todas esas familias perdidas en las butacas de los cines de todo el mundo.