¿Qué es lo que se le pide a una película en los Oscars? ¿Duración, épica, ternura? Parece que Minghella ha perdido el norte. Tras regalarnos dos películas tan maravillosas como “El paciente inglés” y “El talento de Mr. Ripley”, ahora ha querido rizar el rizo, en una cinta que agolpe todos los elementos propios para convertirse en una película para los Oscars. Y como suele suceder, no ha funcionado. Ni siquiera “Una mente maravillosa”, que estaba diseñada para conseguir todos los premios y que triunfó, era una película lograda, precisamente por eso: por el deliberado intento de hacer algo “serio, profundo, de entidad”.
El planteamiento de partida no solamente es original, sino que podría haber originado una gran película, pero, claro, para que te tomen en serio en los Oscar, la película debe durar más de dos horas. Uno de los mayores defectos del film es el artificial estiramiento de muchas secuencias, que suponen ralentizar la historia hasta llegar a convertirla en pesada, aburrida. Si además de eso, añadimos algunos criterios de lo más arbitrarios a la hora de contar la historia –como que aparezca quien tiene que aparecer en el momento justito, justito, ni antes ni después…- ya es que no funciona ninguno de los excelentes elementos de la película como la monumental fotografía de Seale –antológica a cada plano- o la ejemplar banda sonora de Yared, por no citar las magníficas interpretaciones de todo el reparto, destacando Reneé Zellweger –a pesar del funesto doblaje-: un joven es reclutado para el ejército surista, en la Guerra de Secesión Norteamericana, pero antes de irte comienza una historia de amor con la hija del predicador, siendo esto lo único que lo mantiene vivo después de un brutal ataque de los yanquis. Mientras, la chica sobrevive como puede en la miseria tras la muerte de su padre, asediada por el sargento de la milicia local. El chico un buen día decide fugarse del hospital e ir junto a su amada, mientras que ella recibe súbitamente la ayuda de una joven jornalera que le ayudará a mantener la granja… Todo resulta de lo más interesante, pero también debemos recordar que “La puerta del cielo” de Michael Cimino, también era de unas características similares y supuso un monumental fracaso en todos los ámbitos, precisamente por lo mismo: por la pretenciosidad.
Una verdadera lástima, porque el film tiene momentos realmente memorables, así como elementos que realmente merecen la pena, jugando con la épica y el drama con mucha habilidad, pero al final, tiene una primera parte aburrídisima que podría haberse resumido en un cuarto de hora –al borde del sueño estuve hasta los cuarenta primeros minutos- y una resolución demasiado caprichosa.