Que la realidad supera a la ficción ya lo sabíamos hace tiempo. Algo así debió pensar el periodista Ramón de España a la hora de escribir su novela “La casa del Dolor” basado en una noticia que leyó en los periódicos, en la que estaban mezcladas ambiciones de una adolescente, un maduro empresario asesinado, y un oscuro asunto de un gabinete sadomasoquista. A la hora de trasladar toda esta historia a la gran pantalla, se ha hecho un encomiable esfuerzo para encajar dicho suceso terrible en un tono humorístico, ciertamente logrado por unos actores protagonistas en estado de gracia, sobre todo Alberto San Juan, que ha logrado uno de sus registros más divertidos desde “El otro lado de la cama”.


La verdad es que los mimbres están todos presentes, y los resortes también, pero a la hora de crear una obra sólida, compacta y que funcione, se nota demasiado la falta de experiencia de Ramón de España tras la cámara –y tras la máquina de escribir a la hora de hacer un guión- pero, no obstante, es un paso adelante muy importante en el mundo de la comedia delirante, sin caer en la grosería y el chabacaneo de Santiago Segura en su saga cada vez más funesta saga “Torrente”. A la postre, todo consiste en una historia de lo más primitiva, en la que un libidinoso pastelero con una modesta fortuna se encapricha de una de sus dependientas, que a su vez tiene un noviete exlegionario que se viste de conejo para hacer pagar a los morosos; en el tira y afloja, todo se desmanda, y al final todo queda como el rosario de la Aurora.


La mejor valoración que podríamos hacer de este film, en su modestia, es que tiene momentos realmente logrados, disparates muy bien pensados y encajados en el estilo de la narración, que respira todo el multicultural ambiente “charnego” de la Cataluña de extrarradio, donde se mezclan María Jiménez, El Pescaílla y Dean Martin en un insólito cóctel explosivo. Pero, -¡ay!- los esfuerzos quedan lastrados por un segundo acto demasiado extenso, y con una resolución divertida, pero un poco salida de tono para unos personajes tan bien trazados anteriormente –como la hermana de la protagonista, “madame” en un burdel “especializado” y el “jefe” del protagonista, o un sargento de la Legión de lo más particular, interpretado por el simpar Manolo Manquiña-. De todas las formas, la comedia funciona y merece la pena estar pendiente de las nuevas evoluciones de este director recién aterrizado en el panorama nacional.