Asistir a una película de Rappeneau es casi como presenciar una sólida obra de ingeniería, perfectamente ideada, impecablemente recreada y ejemplarmente construida; nada se deja al azar, y el mecanismo funciona con la precisión del mejor cronógrafo suizo, sin atrasar y sin adelantar. Igual que hizo con “Cyrano de Bergerac” y con “El Húsar en el tejado”, este director ha trazado otra visión de la historia de su propio país, solo que en este caso, el tono elegido para esta mordaz reflexión ha sido la más descacharrante comedia coral, hilvanada con inteligencia y desarrollando con gran dominio varias tramas que influyen tangencialmente unas con otras. Francia, 1941: el ejército nazi acaba de tomar París y muchos corren a exiliarse en Burdeos, donde se ha trasladado el gobierno provisional. En dicha vorágine, un apuesto escritor llega a un hotel donde también se aloja una enigmática y seductora actriz y una temperamental estudiante, ambas blancos sentimentales del seductor y a la recíproca.
Lo mejor del film, es cómo el guión es capaz de dinamizar una realidad histórica dramática –la invasión de Francia en la Segunda Guerra Mundial- para potenciar que en un hotel puedan confluir una serie de personajes en un delirio colectivo realmente divertido. El tono vodevilesco –puertas que se cierran y abren, confusiones varias, prisas, etc.- está soberbiamente rescatado y encajado en esta estructura argumental, que además goza de un reparto actoral francamente envidiable, donde descubrimos a la bellísima Virginia Ledoyen como una intérprete realmente excelente, además de los magníficos trabajos de Gregori Derangere –el escritor protagonista- y todos los secundarios de lujo como Isabelle Adjani o Gerard Depardieu. Después de ocho años, tras la excelente “El húsar en el tejado”, Rappeneau nos ha regalado una comedia que en realidad, es mucho más profunda que lo que parece, y que bucea en la psicología humana en los momentos límite, donde sale a flote todos los más oscuros instintos y donde la supervivencia es la única regla, desdibujándose todas las convenciones sociales. Quizás el único elemento negativo de esta producción es el desmedido afán en controlar todos y cada uno de los elementos de esta metáfora coral, donde nada se deja al azar, en un muy ágil y contundente montaje, que logra la evolución perfecta de una historia llena de cómplices y agudas bromas que en ningún momento aburre ni lo más mínimo. Una cinta realmente interesante que está trufada de la mejor comedia francesa, elegante y refinada, aunque igualmente delirante.