Ficha película

Título:
El coche de pedales
Director:
Ramón Barea
Intérpretes:
Alex Angulo, Rosana Pastor, Cesáreo Estébanez, Ane Gabarain, Sergi Calleja, Paco Sagarzazu, Pablo Gó
Calificación:
Crítica

Cuanto más malestar exista, mucho más se valoran esos pequeños elementos que se supone que forman parte del llamado “estado de bienestar”. A día de hoy, una televisión, unos zapatos nuevos, un estuche de rotuladores o una simple tableta de chocolate tienen poco valor, pero en la época en que se sitúa el film que nos ocupa –la España franquista de los años cincuenta- eran preciados tesoros que solo unos pocos elegidos podían conseguir; por ello, tener una de esas cosas era como alcanzar la felicidad, rozándola con los dedos. En una especie de revisión al neorrealismo italiano –con los elementos clásicos como ir descubriendo poco a poco el mundo que rodea y condiciona la historia que vemos, la falta de recursos de la familia o el enfrentamiento con otros miembros de la misma que sí los tienen-, la segunda película como director del actor Ramón Barea tiene a un niño como protagonista, que vive las miserias de su familia, e intenta conseguir aquello que le podrá dar la felicidad, igualando e incluso superando a sus primos y compañeros de clase, un coche de pedales.
La metáfora está bien trazada, y en la estructura argumental del film se juega con la imaginación infantil para recrear buena parte de una realidad no demasiado divertida ni holgada, en la Semana Santa de 1959. El trabajo actoral ha resultado impecable, destacando Alex Angulo y el niño, Pablo Gómez, que bordan sus personajes, en la diatriba paterno-filial de sobrevivir unas adversidades razonablemente tolerables, pero no por ello menos incómodas. Pero el mayor problema de la película es un ritmo algo lento, subrayado por un intento algo tosco de profundizar en los personajes, empleando para ello algunos recursos bastante tópicos. Aunque Barea ha demostrado mucha mayor madurez en su segunda cinta –tras “Pecata Minuta”-, aún le queda mucho camino por recorrer detrás de la cámara. No obstante, juega bien todos esos pequeños elementos que pertenecen ya al inconsciente colectivo de la historia de nuestro país, revisando los mitos y leyendas de la memoria histórica de una época que se superó a duras penas por varias generaciones.
Si pusiéramos en una balanza todos los deseos y frustraciones de todos estos personajes, los deseos terminarían pesando mucho más, impulsándoles a continuar luchando por su felicidad y sublimándolos todos ellos a través un juguete, un carnet para ir al fútbol o un coche para ir los domingos al campo, porque son precisamente esas pequeñas cosas –no los objetos en si, sino más bien lo que uno puede disfrutar con ellos…- las que conforman esos huidizos momentos en el tiempo, que en nuestros mejores recuerdos llamamos felicidad.


Federico Casado Reina



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