A estas alturas, muy poca gente en la “pureza” de la expresión más o menos “artística” de Santiago Segura, que va a lo que va: a llevarse la pasta. Y eso es muy lícito, pero lo que no lo es, es el discurso de psicotronía “freaky” que esconde ese toque de libertad creativa, y que Segura todavía se afana en tener. No. Ahora lo que se busca deliberadamente es una comercialidad absoluta, intentando utilizar todos los medios a su alcance –ya sean colaboraciones de “amiguetes” famosos, la utilización de la caspa del cine español más cañí de los setenta, véase su personaje “Torrente”, quintaesencia, o el relanzamiento de figuras míticas de la cinematografía española, como el siempre genial Tony Leblanc-. Por eso, que ahora intenta lanzar como productor una película “pequeñita” para hacer las delicias “alternativas” de la chavalería con un delirio primo hermano del “gore” más clásico de la productora neoyorquina “Troma”, resulta no solo lamentable, sino sencillamente falso.
De todas las formas, si el producto en sí hubiera sido lo suficientemente inteligente como para poder reírse desde un principio de todo ese subgénero, podría haber tenido su gracia. Pero cuando lo que vemos es más una fiesta de unos cuantos chavales –o no tan chavales, que el director tiene 37 años- que se lo han pasado en grande haciendo una película, que un film –sea de la intención que sea- que no toma en serio al espectador –y que no tiene que ver con que sea una comedia delirante, ahí está “El día de la Bestia”, de Alex de la Iglesia- pues resulta desesperanzador, que este tipo de “experimentos” se sigan realizando con el maltrecho panorama de la producción nacional, porque, como dijo una vez un director español: “el problema de una película española, es que no sólo tiene que ser buena, sino que además tiene que hacer olvidar el mal gusto de la anterior película española que hayamos visto”. Bueno, pues la siguiente película española que el espectador tenga que ver tras “Una de zombies” tiene que ser no buena, sino magnífica, habida cuenta del insulso argumento, los chistes fáciles y la forma tan burda de realizar una historia que pretende mostrar delirio, aventuras, acción, sangre, monstruos, y todos los ingredientes del más insólito “cocktail” que en la mente del director están representados en sus propias –y singulares- preferencias cinematográficas. Eso si, seguro que a todos sus amigos, la película les ha encantado, todos se habrán reído de lo lindo –entre otras cosas, porque aparecerán de vez en cuando-; ¿la historia? Pues eso, dos chicos que quieren ser directores de cine, pero para hacerlo, han de acabar con una secta de gángsters satánicos que resucitan para acabar con la humanidad…todo ello salpicado –nunca mejor dicho- de sangre, sudor y vísceras varias. Si querían hacer esto, seguro que les habría salido mucho más económico hacerlo con una videocámara para ponerlo en cualquier celebración familiar, y se lo habrían pasado todavía mejor, donde va a parar.