Ficha película

Título:
La casa de los 1000 cadáveres
Director:
Rob Zombie
Intérpretes:
Sid Haig, Karen Black, Bill Moseley, Michael J. Pollard, Erin Daniels, Chris Hardwick, Sheri Moon, J
Calificación:
Crítica

Existe en psicología un mecanismo llamado “efecto halo”, que consiste en generalizar a otros talentos la capacidad que alguien puede tener –o no- en determinadas cosas. O sea, que si alguien es bueno como músico, puede ser bueno como poeta, como actor, como director de cine, o como cocinero. Lamentablemente, este mecanismo obedece a una gran desinformación por parte de los que perciben como “genio” a un determinado personajillo, verbigracia de Rob Zombie, un insólito cantante de “Shock Rock”, no ya por su estrafalario aspecto y sus delirantes canciones –que realmente han supuesto un posicionamiento original dentro de dicho genero musical- sino por su ansia desmedida de protagonismo a la hora de promocionar sus discos, realizar sus videoclips –que están dirigidos por él mismo- y hacer frente a otras empresas comercialmente más jugosas.
El problema, es que como fenómeno mediático nadie se lo cree, a excepción de él mismo. Su intención de hacer este su primero –y seguramente último- film quedó malograda cuando los estudios que le dieron “alas” para dicho proyecto vieron el guión y las primeras imágenes, decidiendo acabar radicalmente con dicho proyecto por la vía expeditiva. Pero no convencido con esa marcha atrás en su apoyo, Zombie compró los derechos del film y se fue a otro estudio para terminarlo, al precio que fuera. Y la verdad, cuando entré a ver la película me esperaba algo mucho peor: el componente paródico a todas las películas de psicópatas –con el innegable referente de “La matanza de Texas”- donde un grupo de adolescentes “guapos” son rebanados por una piara de carniceros con una motosierra podría haberse explotado mucho más, sobre todo si desde un primer momento, hubiéramos adoptado el toque “freaky” y sandungueramente gamberro. Pero, claro, imbuido de dicho egocentrismo que le caracteriza, el Rob Zombie ha querido hacer un producto para asustar, cuando lo que realmente podría haber hecho muy bien, es provocar la nerviosa risotada cómplice del “gore”, que aunque aparece, también lo hace de modo contenido para dar mayor segmento comercial a la película.
De esta forma, la cinta queda manifiestamente artificial, como una especie de “Frankenstein” de todas las películas más “rentables” de este género, y toda la pureza que este personaje enarbola en sus canciones y en su propia filosofía de vida, sencillamente se descubre como un truco más para poder recaudar más en las filas de incautos que le seguirán considerando un “genio” sencillamente porque viste de una forma diferente a todo el mundo, o porque cuando se pone a componer supuestamente realiza, lo hace de forma diferente a todo el mundo, pero no porque lo crea así, sino sencillamente “para ser más original”.


Federico Casado Reina



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