Ficha película

Título:
Las Invasiones Bárbaras
Director:
Dennys Arcand
Intérpretes:
Rémy Girard, Dorothée Berryman, Marie-Josée Croze, Stéphane Rousseau, Marina Hands.
Calificación:
Crítica

La casualidad y la cercanía son casi dos elementos indispensables si queremos lanzar un mensaje con el suficiente calado emocional e intelectual a la hora de hacer una película; cuanto más cercana y pequeña sea una historia, más capacidad de generalización tendrá para cualquier espectador. El canadiense Arcand, cuya errática carrera no ha sido lo suficientemente tenida en cuenta, a excepción de “Jesús de Montreal” y por supuesto, “El declive del Imperio Americano” –de la que es justa heredera la cinta que nos ocupa-, en esta ocasión actualiza todos los parámetros de su filmografía y de su cáustico sentido del humor, irreverente y con un original punto desesperanzado: no es que crea que el ser humano no es capaz de la bondad y las mayores grandezas… es sencillamente que no tiene arreglo. Repitiendo varios personajes de “El declive…”, la película se centra en la enfermedad irremediable de un profesor de universidad con un carácter un tanto singular y una desmedida afición por las faldas. En su convalecencia, su hijo logrará reunir a todos los amigos del padre para que tengan la oportunidad de despedirlo e intentar hacer ese tránsito lo menos doloroso posible.
Además de las emocionantes secuencias en las que podemos compartir agudísimas reflexiones sobre la naturaleza humana y toda una galería de sentimientos y pasiones –desde la amistad al amor pasando por la paternidad, el rigor profesional, la ambición o el sexo-, el contexto en el que Arcand ha querido ubicar su historia –el sistema sanitario canadiense- añade un elemento extra a la crítica social inmisericorde, capaz de hace temblar los cimientos de un sistema social en el que los enfermos deben dejar de estarlo lo antes posible, en un sentido –curándose- o en otro –muriendo, directamente-. Pero lo verdaderamente encomiable de esta película es el esperanzador mensaje que el director consigue incluir entre tanta sensación de negatividad: todavía hay espacio para la bondad y la reconciliación de posiciones encontradas en el hombre, y a pesar de las grandes diferencias que pudieran existir por generaciones, clases sociales, metas y objetivos o simples preferencias en las ropas, la comida o los coches, aún podemos ayudarnos los unos a los otros cuando hay una meta común que merezca la pena, y que aunque nos afanemos en reconocer que cada uno tenemos nuestro propio universo que es completamente diferente de nuestro prójimo, al final todos somos iguales, hacemos lo mismo, deseamos básicamente lo mismo, y terminamos de la misma forma. Y lo mismo vale esta magnífica parábola para la cultura Canadiense, la Norteamericana, la Española, la Africana o la China.


Federico Casado Reina



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