Abordar una adaptación cinematográfica de un clásico literario de la envergadura de “El Señor de los Anillos” le podía haber dado la mayor miseria o la grandeza absoluta al responsable de la(s) película(s): si Peter Jackson había cometido algún error en las dos (artificiales) partes primeras de la historia, con su resolución se ha ganado de sobra entrar por la puerta grande en la historia del cine, componiendo una de las obras épicas más bonitas, apasionantes y emotivas que jamás se hayan visto en la gran pantalla. Todos los conflictos, todos los personajes, todas las tramas, todas las historias están tratadas con una sensibilidad exquisita, amén de una factura sobrecogedora que invita a viajar a ese universo maravilloso donde el honor, el amor, la entrega y la amistad son los pilares básicos a la hora de enfrentarse con la maldad que intenta hacerse con el control de la “Tierra Media”.
Pero disfrutando tanto de una obra tan bien hecha, no me queda más remedio que preguntarme ¿porqué no empezó antes este tono, esta forma de abordar la historia, quedándose en las dos primeras partes en tristes prolegómenos con numerosas concesiones a la más barata (y obvia) comercialidad? Ahora las batallas son verdaderas batallas de una espectacularidad sobrecogedora, con las dosis justa de salvajismo y emoción, y jamás se pierde el norte en una historia que bien podría haber sido casi la única película de esta adaptación de Tolkien al cine –incluyendo un prólogo-resumen de la primera y segunda parte, resuelta de un plumazo y aligerando el arranque de esta la tercera parte, que resulta algo lento, seamos sinceros-, pero claro, una tan lucrativa mina comercial hay que exprimirla hasta la saciedad. En este caso, doy sobradamente dicha justificación, puesto que estamos ante una película muy bien concebida, utilizando las concesiones justas de comercialidad frente a la calidad que una producción como ésta necesita y utilizando elementos épicos que llegan a auténtica poesía: en esta ocasión, Frodo y Sam prosiguen su marcha hacia Mordor guiados por Gollum, para destruir el anillo del poder, mientras que sus compañeros de la “Comunidad del anillo”, Aragorn, Legolas y Gimli intentan unir los reinos de Gondor y Rohan para enfrentarse a los brutales ejércitos de Sauron, en la última oportunidad que tienen los hombres para evitar su extinción de la Tierra Media.
Aunque hay momentos en la resolución en los que el tono llega a perderse en un excesivo esfuerzo por emocionar – que no eran necesarios, puesto que están todos los ingredientes justos para ello y echando en falta una más pulida dirección de actores- la película es una verdadera delicia, uniendo –¡por fin!- toda la mejor tradición legendaria de la “espada y brujería”, y que llegará a convertirse en un clásico, seguramente sin necesidad de estar ligado a las dos insulsas y plomizas anteriores partes. Y no se asusten si no las han visto: disfrutarán igual con esta magnífica tercera.