El cine, como medio de expresión artística, sin duda origina nuevas formas de expresión al ritmo de la demanda que muchas veces, el público tiene. Otras veces, los avispados productores –como sucede en la mayoría de los casos- ven un segmento aún por cubrir en el mercado, e intentan realizar un producto a la medida del consumo previsto. El caso que nos ocupa es una mezcla de ambos: sólo hay que asomarse a cualquier discoteca nocturna de cualquier ciudad para ver el verdadero universo que existe en torno al mundo del “dance” –la música mezclada para bailar sin parar en las discotecas-; esa verdadera subcultura donde se articulan nuevos puestos de trabajo, nuevas ambiciones –como conseguir el último disco llegado de la música electrónica búlgara- o tener el tatuaje de moda, muchas veces no se ha visto reflejada en el celuloide, ni nacional ni internacionalmente. Este intento descarado de aprovechar el tirón comercial de dicho cosmos, generalmente de tinte adolescente, tiene innegables aciertos, sobre todo por la complicidad que Lazaga Jr. –un experimentadísimo ayudante de dirección de los mejores directores de este país- consigue en un público predispuesto a entrar en la historia: un joven disc-jockey ha conseguido la gloria con su último disco, y a través de una entrevista radiofónica, contará sus inicios en el mundo de este tipo de música y expresión artística y musical.
Evidentemente, no se puede negar la honestidad a la hora de “vender” esta película: nadie engaña a nadie, porque es un producto sin complicaciones, en lo que lo importante es la música, las go-gós contoneantes, y las luces psicodélicas que bailan al ritmo del machacón ritmo electrónico, que hechiza cada noche las vidas de los protagonistas. El resto del argumento, son anécdotas ridiculizadas e infantiles de los tipos de “personajes” que podrían existir en dicha subcultura, desde el empresario corrupto y dispuesto a quedarse con el mercado del ocio nocturno, hasta la chica contestataria, el DJ (deejay, en su vocablo fonético original) de moda y su séquito de compinches, o los matones de la puerta. Evidentemente, todo gira en torno a esa música y a esa mezcla (mix, en inglés original) y la consecución de la felicidad a través de las megalíticas fiestas. Toda la película en si, es una especie de viaje catártico a ese firmamento nocturno en el miles de jóvenes en todo el mundo vuelcan sus frustraciones y deseos, bailando al ritmo sin parar. Quizás demasiado obvia, pero dentro de lo facilón y la estética de cómic, la película tiene cierto encanto infantil.