Hubiera sido muy fácil tomar partido en una odisea tan arriesgada como la de cualquier refugiado de origen árabe, que desea escapar de su tierra para llegar al “primer mundo”, a esa promesa difusa de felicidad, prosperidad y seguridad. Pero Winterbottom, uno de los más versátiles realizadores que existen en estos momentos en la cinematografía mundial, capaz de atreverse prácticamente con cualquier género saliendo airoso, ha optado por un documental tan espartano como directo. Ficcionando la vida de unos pobres chavales afganos que viven refugiados en Pakistán, y su lucha por llegar hasta Londres, nos ha mostrado una odisea que ríanse de la de Homero. Aunque vivimos en uno de esos países donde la inmigración es algo cotidiano, no podemos a veces ni imaginar las dramáticas condiciones a que se exponen esos verdaderos héroes a la hora de conseguir su sueño, que si encima llega a consumarse tras todas las vicisitudes, puede resultar se una verdadera pesadilla.
La narrativa que Winterbottom utiliza, frente a cualquier floritura de guión o realización, es tan sobria como contundente, hecha a base de imágenes que podrían ser documentales, pero que en realidad han sido ficcionadas en base a todas esas historias de todos esos deportados –ya sean políticos, o sencillamente, económicos- que intentan sobrevivir al precio que sea. Gran habilidad es la que demuestra el realizador a la hora de hacernos partícipes de la historia, que en ningún momento cae en el sentimentalismo fácil, mostrando personajes verdaderamente bien perfilados, con muchas y complejas facetas. Ese mosaico muestra no sólo una realidad terriblemente cotidiana para muchas personas que lo único que desean es tener un futuro –ni mejor ni peor, sencillamente un futuro- sino que además no sataniza ni diviniza, no crea demonios ni falsas e hipócritas soluciones. Esa es la grandeza de este film, tan capaz de conmover. Esa imparcial mirada de este director británico al mundo de la inmigración es quizás uno de los mayores revulsivos a la hora de plantearse una interacción con ese enorme colectivo que tiene la esperanza de mejorar, de vivir, en suma. Winterbottom ha utilizado las mejores armas para promover y potenciar el cambio social con una cinta que ha ganado justificadamente el máximo galardón en el Festival de Berlín, y que, paradójicamente, ha conseguido que el protagonista del film llegue en Avión hasta Londres desde Pakistán, aunque el gobierno británico únicamente le ha concedido un visado temporal para estar en Inglaterra justo antes de tener los 18 años. Reflexiva, profunda y, a veces, tan cruel y dura como esta dura realidad, es un maravilloso film con un mensaje tan profundo como sutilmente esperanzador. Toda una maravilla, de obligada visión y que nos hace plantearnos la pregunta de ¿en qué mundo vivimos?