Ficha película

Título:
Las manos vacías
Director:
Marc Recha
Intérpretes:
Luis Hostalot, Eulalia Ramón, Mireille Perrier, Eduardo Noriega, Mireia Ros, Olivier Gourmet
Calificación:
Crítica

Todos los que seguimos de cerca la cinematografía española, nos quedamos ciertamente perplejos cuando hace unos años, el Festival de Cannes seleccionó inesperadamente una película española para su certamen; “Pau y su hermano”, aunque no era un film precisamente bien realizado, tenía una frescura innegable, y hablaba de las relaciones humanas con gran sensibilidad, pero, desde luego, hay otros muchísimos realizadores y películas dignas de ser acogidas en dicho festival. Si bien es cierto que cada uno es libre de experimentar con su medio de comunicación preferido como le de la gana, la precaria industria cinematográfica española se resiente de todos esos filmes que, en su riesgo creativo, fracasan, produciéndose un efecto realmente nocivo para el público en general, que ha de quitarse el mal sabor de boca cuando vuelve a ir a otra película española, si antes ha visto una que le ha aburrido o que no le ha gustado. Así, más valdría que muchas de esas intentonas “geniales” fueran mejor planteadas para conectar más con el público. Indudablemente, el realizador Marc Recha tiene unos planteamientos argumentales y narrativos muy originales, válidos para cualquier cinematografía que se precie, pero desde luego, no es –ni ha sido- un exponente del cine que se realiza en nuestro país.
Dicho esto, ahora queda por abordar su último proyecto, una original letanía “post-mortem” de una misteriosa y carismática mujer, que ha tenido romances con dos revolucionarios –uno catalán, el otro francés- y que convierte su legado en el epicentro de un fresco social compuesto por los más variopintos personajes, desde el mecánico alcoholizado, compañero de juergas etílicas de la fallecida, hasta el gendarme también borrachín, o el sobrino que ha salido del correccional. La ausencia de todo artificio en el argumento se mezcla con unos inesperados giros cómicos a la historia, que dotan al film de un interés verdaderamente científico, al presenciar una película personal, de verdadero “autor”, con los toques extremos de humor, en una imposible, pero original corresponsabilidad.
Aunque sea un arriesgado paso, ha supuesto un notable avance en la trayectoria profesional de este realizador, y que ha retomado buena parte de su hacer en “El árbol de las cerezas”, mucho mejor que la seleccionada “Pau y su hermano”, dotando a sus personajes de un toque entrañable que recuerda la mejor tradición de antihéroes cinematográficos, y que se termina de redondear con unos brillantísimos trabajos actorales, donde cada vez se abre camino con más fuerza Eduardo Noriega, que ha decidido apostar también de manera mucho más radical por películas no de tanta difusión comercial, pero si de sustento intelectual, que quizás sí que pueda ser el camino para reforzar la cinematografía nacional, y convertirse en el chocolate del loro, pero no de Perroquet, la ave protagonista testigo de todo que sobrevive a su dueña.


Federico Casado Reina



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