El “sálvese quien pueda” parece ser la pauta de este fresco y divertido film, nacido de una escuela de cine donde el director imparte clases fílmicas y recibió el guión de uno de sus estudiantes con más escepticismo que pasión, llegando a ganar un concurso y finalmente, haciéndolo realidad. En el complejo universo de la juventud argentina, plasmado con mucha más fidelidad que en otros filmes como “Apasionados”, es en el que se mueven los personajes, estudiantes de una escuela de cine, que interactúan a través de un protagonista en diversos capítulos, pero todos ellos engarzados a través de dos factores claves en la historia: fidelidad y amistad. ¿Hasta donde puede llegar la amistad en caso de establecerse un conflicto de intereses? ¿Se puede uno fiar de su mejor amigo, si ha dejado embarazada a tu novia? Disquisiciones tan exteriormente delirantes y divertidas, pero internamente demoledoras son las que se plantean en el film, con un ácido sentido del humor, que dota a toda la producción de un gran valor añadido.
El director, algo externo al mundo en el que se desarrolla el film, con 36 años, ha tenido la suficiente inteligencia como para desposeerse de su propia visión y adoptar la de su guionista, apoyándose en un formato visual bastante moderno y rompedor en muchos casos, bebiendo de todo tipo de corrientes –desde el “Dogma” a la periodística, o a los videoclips- para hacer encajar la historia en un formato adecuado, que por las características propias del film, nunca podría haber sido el clásico. Existe a día de hoy una corriente cada vez más pujante –y lícita- de acaparar el público adolescente de los países con cintas foráneas de sus propias naciones de origen, frente a los descerebrados subproductos norteamericanos, que muestran a unos adolescentes completamente alejados de los países donde se distribuyen las películas: todas esas comedias “fáciles” seguramente serán más eficazmente producidas en un lenguaje mucho más cercano, que el de unos chicos en un instituto estadounidense, porque a pesar de la globalización “no todos somos tan iguales”.
En cuanto a la faceta actoral, reseñar el excelente trabajo de Mariano Martínez, interpretando a Joaquín, el protagonista de la película, que ha estado ya curtido en numerosas series televisivas y es un rostro muy famoso en el país del tango. El resto del joven elenco realiza un trabajo desigual: esforzado en todo momento, cierto, pero algunas veces pasado de vueltas y no encajado dentro del tono del film, que varía desde una descreída postura hilarante a la hiriente traición de un amigo. En cualquier caso, es un brillante y original trabajo que demuestra la inquietud del nuevo cine argentino.