¿Qué sucede cuando uno ve un impresionante escaparate y cuando entra resulta que la ropa no tiene calidad?. O mejor aún ¿Qué pasa cuando uno va a un restaurante de diseño y ve llegar un plato muy artísticamente decorado, para descubrir que al final el larguísimo y rebuscado nombre de la vianda no esconde otra cosa que una tortilla de patatas, que además no está buena? Pues que no vuelve ni a comprarse una prenda nunca más en esa tienda muy “fashion”, pero falsaria y desde luego, no se gasta ni un duro más en aquel restaurante. Algo así le ha pasado a este film, que supone otro paso atrás –otro más- en la carrera del malagueño Antonio Banderas: un film lleno de espectacularidad, de gran producción, pero completamente vacio, con un guión verdaderamente ininteligible, lleno de fallos garrafales y con una trama que únicamente es el más pobre de los pretextos para aguantar el tipo hasta otra secuencia de acción excesiva –tanto en tiempo, como en vistosidad- y tremendamente aburrida.
Confiando en un director tailandés más novato que otra cosa, para colmo los productores han confiado el incomprensible guión a otro “profesional” que se ha cubierto de gloria con las sagas de “Halloween” y ha vuelto a demostrar su más manifiesta incompetencia: un amargado agente secreto del FBI, Jeremy Ecks, es obligado a volver a la acción para encontrar al hijo de un pez gordo, que en realidad guarda dentro de si un microscópico robot nanotecnológico que puede ser la llave del nuevo “bioterrorismo”, pero claro, tendrá que enfrentarse a otra agente peligrosísima y más preparada que “Terminator”, Sever, descubriendo toda una trama en la que ambos no serán más que peones…
Lo peor de hacer una película paródica, es no creérsela como tal, y pensar que la gente –que por cierto, ya tiene el umbral del ridículo en el cine bastante elevado- tenga que “tragarse” alegremente las intenciones de los productores, que creen haber descubierto el ungüento amarillo con un producto mal planteado, obscenamente excesivo en cuanto a sus secuencias de acción –repito- y para colmo –lo peor para este tipo de film- aburrido hasta el sopor más profundo. El resto, mejor no comentarlo porque llega a parecer un programa de dibujos animados, con las parodias más extremas y ridículas de los personajes, desde el “malo” –Gregg Henry entornando los ojos…- hasta el “bueno” –Banderas con cara de estreñido, estilo “perdedor” Sinatra, vagando por los bares…-. Y ya nadie se los cree, en esta completa pérdida de tiempo que no lleva absolutamente a nada. Esperemos que Robert Rodríguez dote de más entidad a las próximas películas de acción protagonizadas por Banderas.