Ficha película

Título:
Ararat
Director:
Atom Egoyan
Intérpretes:
Arsinée Khanjian, Christopher Plummer, Charles Aznavour, Marie-Josée Croze, Elias Koteas, Eric Bogos
Calificación:
Crítica

Generalmente, la intensidad y efectividad de la expresión artística es inversamente proporcional a la implicación emocional del autor que la hace, y directamente propoporcional al dominio de la técnica específica del medio que se utilice, ya sea música, pintura, escultura o cine. Este particularísimo realizador nacido en El Cairo de padres armenios y criado en Canadá, ha logrado añadir muchas notas de originalidad a la cinematografía actual, con películas tan brillantes como “Exotica” o “El dulce porvenir”, demostrando además de una notable maestría en la técnica cinematográfica, una sensibilidad exquisitamente original para los tiempos que corren. “Ararat” debería ser su película más redonda, su film más personal, al hablar del genocidio armenio y de todos los problemas de su propia etnia, pero ha pecado de febrilidad en el mensaje, e, intentando acaparar todos los flancos, ha abarcado demasiadas historias sin llegar a profundizar en ninguna de ellas y tomando un excesivo partido en todas.
La cinta arranca cuando un chaval regresa a Canadá para terminar una pelicula, cargado con rollos de celuloide y cintas de video; el encuentro entre la escéptica mirada del funcionario aduanero –ejemplarmente representado por un siempre correcto Christopher Plummer- y la inquieta personalidad del chico, va a destapar todo un sinfín de historias que giran en torno a los armenios, a su particularísima idiosincrasia personal, solapándose unas a otras e intentando mostrar un mosaico transcultural que explique los motivos y consecuencias del genocidio del monte Ararat. Las atávicas relaciones familiares entre hermanas o la búsqueda del cariño de un padre a un hijo son otras historias que el director intenta infructuosamente engarzar en este “collage”, que aunque muy interesante a nivel sociológico, no está bien trazado cinematográficamente, resultando excesivamente disperso y diluyendo ostensiblemente el mensaje a lanzar, que cuando se deja entrever, resulta demasiado categórico.
Viendo este film, le entran a uno ganas de poner de ejemplo a Roman Polanski, que ha sabido desligarse de una tragedia personal –la del Holocausto judio en la Segunda Guerra Mundial- para escribir “El pianista”, y en cambio Egoyan ha tomado demasiado partido, intentando crear la obra definitiva para los armenios, en una monumental película que se ha quedado simplemente en un intento, valeroso y arriesgado, pero un intento en definitiva no colmado ni por las expectativas del autor, ni por el calado de sus historias.


Federico Casado Reina



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