Ficha película

Título:
El beso del oso
Director:
Sergei Bodrov
Intérpretes:
Sergei Bodrov Jr., Ariadna Gil, Rebecka Liljberg, Joachim Król, Keith Allen, Anne-Marie Pisani
Calificación:
Crítica

Dentro del mundo del circo hay un evidente romanticismo, en esa particular forma itinerante de vida, que marca para siempre esa existencia “alternativa” a la de la sociedad “presuntamente normal”. Por ello todo tipo de leyendas, historias, y cuentos campan a sus anchas en las vidas de trapecistas, payasos, domadores de fieras y todos esos personajes cuyo trabajo consiste en hacer sentir y vivir las emociones de su público en vivo y en directo, sin trampa ni cartón.
Pero como suele pasar en el espectáculo, detrás de las luces, las bambalinas y las chorreras de los vistosos trajes, suelen darse tristezas, soledades, desencuentros y penurias, que han de maquillarse con el mismo esmero que las caras de los payasos, empeñados en hacer reír, cuando en realidad pueden estar internamente desgarrados de pena. Una de esas leyendas provinientes de Rusia, es la que Bodrov ha plasmado en el film con más pasión que acierto final: una chica huérfana de padre y de madre trapecista, no conoce otra vida que la del circo, alejado de los niños de su edad y sus gris existencia en los colegios; su único amigo es Misha, un encantador osezno que ha crecido junto a ella, pero cuando su madre se marcha dejándola sóla, el osezno se convierte en un jovencito con el que vivirá un apasionado romance.
Como diría el refrán, “El hombre y el oso....”; lamentablemente, el film plantea un arranque argumental bastante prometedor y no exento de una mágica poesía narrativa, pero pronto los recursos del guión se van agotando paulatinamente, hasta convertirse en una historia verdaderamente lenta y aburrida, llena de tópicos y bastante previsible. Resulta verdaderamente penoso que el excelente trabajo de los actores principales –sobre todo Bodrov Jr., y la bellísima Ariadna Gil, que supera con creces a todos sus compañeros- quede desaprovechado entre tanto tedio y mala articulación dramática, por no hablar de la manida visión de la España folclorica, que debería de haberse superado con creces hace ya años.
Bodrov ha intentado realizar una elegía poética a la soledad y a la intolerancia del hombre, incapaz de aceptar una vida diferente de la esperada por el resto de los mortales, pero desgraciadamente, ha utilizado mucho más versos de los que requeriría este soneto, y las romas utilizadas han sido las más fáciles y poco imaginativas de las que podria haber usado. Me sigo quedando con el Oso Yogui.


Federico Casado Reina



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