Hace ya unas cuantas décadas, un psicólogo planteó “La teoría de las necesidades primarias”, que hablaba de que el ser humano tenía que tener cubiertas una serie de necesidades básicas –comida, bebida, etc.- para poder pensar en otras cosas con una mayor o menor importancia. Viendo lo que Mr. Knoxville hace con sus compinches en este film, podemos pensar sin mucho temor a equivocarnos lo aburridos que tienen que estar para realizar toda esta sarta de imaginativas gamberradas, orientadas no sólo a molestar a terceras personas, sino a ellos mismos, realizando, como se decía en el circo, el “más difícil todavía” o mucho mejor dicho “lo nunca visto”. Provinientes de un exitoso programa de la MTV (una cadena de televisión norteamericana especializada en videoclips y conciertos) Johnny Knoxville ha creado un film que no es otra cosa que una revisión a la famosa “cámara oculta”, en la que, además de reirnos de las pobres “víctimas”, también nos reiremos de los que realizan estas casi inverosímiles pruebas, que rayan en el mal gusto y en la más facilona de las escatologías, en el sentido más amplio de la palabra.
Es como si miráramos dentro de un colegio mayor donde los estudiantes, aburridos de su existencia, se dedicaran a probar experiencias cada vez más extremas, salvajes y enloquecidas –como ponerse un electroestimulador a toda potencia en los genitales, o tirarse en pértiga de un puente a 20 metros de un río o hacerse un tatuaje montado en un todo terreno en medio de un cenagal- para así, sencillamente, sentirse vivos de alguna forma. Esta filosofía “Jackass” –que en su traducción literal en español significa “El culo de Jack”, pero que en realidad, el giro idiomático podría traducirse como “Los imbéciles”- se ha convertido ya en un auténtico fenómeno sociológico que ha traspasado las fronteras de Estados Unidos, y que empieza a tener una preocupante vigencia en otros países menos “influenciados” por los medios de comunicación, y que además tienen una herencia cultural mucho más rica.
En cuanto a la película, no podemos hablar de una estructura, ni de un montaje, ni de una banda sonora: sólo podemos hablar de un grupo de verdaderos gamberros sin vergüenza alguna, que sólo piensan en hacer salvajadas vandálicas con el único fin de mostrar lo locos que están y morirse de la risa con ello. Siendo justos, a veces son tan enloquecidas las burradas que realizan –créanme, se sorprenderian…- que uno se ríe, pero la mayoría de las veces, carecen de verdadero sentido, porque no hay fin, llegando a provocar sencilla lástima. Sólo existe el ánimo circense de ser el más loco y el más animal y lo único que importa es sobrevivir para contarlo. Con genuino sabor americano.