Ficha película

Título:
Se montó la gorda
Director:
Alan Shankman
Intérpretes:
Steve Martin, Queen Latifah, Eugene Levy, Jean Smart, Michael Rosenbaum, Betty White, Joan Plowright
Calificación:
Crítica

Hasta hace relativamente poco tiempo –acaso, unas cuantas décadas- la grosería era incompatible con el humor cinematográfico medianamente inteligente. Personajes como los Hermanos Zucker y Jim Abrahams –creadores de toda la saga de “Aterriza como puedas”- o bien, los inefables hermanos Farrelly –guionistas y directores de “Algo pasa con Mary”- consiguieron que con su imaginación y creatividad las groserías más tremebundas se convirtieran en cómplices con cualquier espectador a tenor de su creatividad y lucidez a la hora de ubicarlas dentro de una imaginativa estructura cómica. Pero todavía, a día de hoy, se intentan hacer comedias “fáciles”, de esas en las que ya nos sabemos de memoria cuáles van a ser los chistes –para colmo, los mejores los ponen en los traylers- qué van a hacer los protagonistas y cómo va a terminar la historia. Lamentablemente, al igual que los Estados Unidos promocionan alegremente la llamada “comida basura”, también siguen promocionando el “cine basura”, que puede ser igual de perjudicial para la salud –especialmente, para el cerebro- como cualquier alimento grasiento e hipercolesterólico.
Como también suele suceder en este tipo de productos, para que exista un mayor reclamo publicitario, se cogen a dos “estrellas” taquilleras, y se las une en una película, que del guión ya se ocuparán después. En esta ocasión se ha cogido a Queen Latifah, una impecable cantante de soul, rythm and blues y otros estilos ahora reciclada en actriz de “carácter”, y al ganso de Steve Martin, un actor sin duda carismático y divertido –aún recordamos su papel de dentista-motero de “La tienda de los horrores” o el de “Un par de seductores”-, pero casi igual de histriónico que Jim Carrey. ¿La historia? Tan sencilla como unir a un adinerado abogado divorciado con una presidiaria evadida con ganas de demostrar su inocencia.
Los elementos de comedia son tan obvios, tan recurrentes y tan zafios a la hora de plantearse, que llegan a provocar la risa pero no por su intención, sino por la ridiculez en cómo se han hilvanado en una delirante cinta, que como tiene que ser para la filmografía de todos los públicos, también exalta los valores familiares y conyugales, incluyendo la paternidad y el amor sin que importen las apariencias –una de las pocas cosas realmente divertidas de la cinta son las apariciones de la cuñada del protagonista, una despampanante rubia empeñada en desplumar vejestorios a punto de morir-. En definitiva, un film que aunque no engaña en su vocación comercial de explotación, podría al menos haber sido un poquito más creativo en su evolución y resolución.


Federico Casado Reina



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