Tabío es uno de los directores cubanos que más ha ironizado sobre la situación social y política de Cuba. En su unión con el genial Tomás Gutiérrez Alea trazó una de las parábolas poéticas mejor logradas sobre los sentimientos en la isla, puesto que “Fresa y Chocolate” supuso una verdadera revolución. Tras la trágica desaparición del gran “Titón” –ese era el cariñoso apelativo del entrañable Gutiérrez Alea-, Tabío tomó el relevo de esa cinematografía con desigual suerte, puesto que si “Guantanamera” tenía sus aciertos parciales y el tono evocador, “Lista de espera” –coescrita precisamente con el mismo autor del film que nos ocupa en estas líneas, Arturo Arango- llegaba al ridículo en unas situaciones demasiado barrocas y rocambolescas. Aunque Tabío demostró en los inicios de su cinematografía un mordaz sentido del humor, bañado por una pátina de realsmo mágico –como en “El elefante y la bicicleta”-,en esta ocasión ha fallado el tiro a base de tomar demasiado partido –político- por una historia en la que la salida o la entrada de Cuba se hace bastante complicada para los que nacieron –y sintieron- en ella.
El film es una broma sobre las coproducciones hispano cubanas, ya que una productora y un guionista cubano, junto con otro productor español son los personajes sobre los que se articula un guión que intenta socavar todos los sentimientos y vertientes que pueda embargar la patria perdida, olvidada, querida, e incluso no deseada. El gran problema del film es la vinculación inexorable a cada plano de un sentimiento de nostalgia quizás excesivo –muchos otros exiliados de países con dictaduras añoran seguro su patria, pero seguro que no el sistema político que les hizo marcharse...- que supone una concepción demasiado maniquea de los personajes, que llegan a la más burda caricatura. Si la vocación original del director era romper los tópicos creados sobre la situación cubana y toda la emigración y exilio, lejos de haberlo conseguido los ha fomentado con mucha más frivolidad de la deseable, pues ningún régimen político que no deje salir a quien quiera de un país, que no deje volver a alguien que se ha marchado, o que no acepte una razonable estructura democrática tiene el marchamo de entrañable nostalgia que nos quieren vender. Otra cosa muy diferente es que la necesidad espolee varios mecanismos de dulcificación de la dramática situación social y moral, convirtiendo el drama en alegría, la tristeza en imaginación y las desigualdades en solidaridad. Cuba es sin duda la patria querida de muchos... pero seguro que no de esta forma.