Ficha película

Título:
La Cámara Secreta
Director:
Marc Evans
Intérpretes:
Sean Cw Johson, Jennifer Sky, Kris Lemche, Stephen O’Reilly, Laura Regan
Calificación:
Crítica

Muchas veces nos planteamos si era antes la ficción o la realidad, e incluso, hasta qué punto son dependientes entre sí. Por eso, ya en el siglo XXI, el revuelo sociológico que despertó George Orwell con su “1984” nos parece hasta ridículo: no solamente el estado puede controlarnos permanentemente, sino que además la sociedad se ha aficionado a ejercer de “voyeur” en la vida de los demás, vendiéndose a través de la televisión las miserias más oscuras de unos personajes que por dinero, son capaces de airear sus más bajas pasiones de la forma más alegre. “El Gran hermano”, -título de un famoso programa televisivo y figura política ficticia de anteriormente citada novela de Orwell que controlaba a cada ciudadano- se ha convertido no ya en una costumbre, sino en un modo de hacer televisión interactiva, facturando millones en mensajes de móviles, llamadas para echar o salvar a alguien del recinto elegido –ya sea una casa, un autobús o una isla caribeña...- y logrando más millones todavía en anunciantes y patrocinadores. Aunque muchos nos quejemos, dolientes, del nivel de pornografía emocional –y física- que venden estos engendros televisivos, cabría preguntarse si acaso la sociedad no tiene –como la política- la televisión que se merece.
En plena vorágine de esta revolución mediática e interactiva, surge este film como anilllo al dedo, que plantea nada menos que un concurso entre cinco chavales metidos en una casa, siendo observados permanentemente por cámaras ocultas que retransmiten a través de internet, con una única regla: si alguien sale de la casa, todos perderán. Como film ubicado directamente en el cine de terror, la película tiene momentos logrados, sobre todo en la mezcla de elementos esotéricos, de suspense e incluso de “thriller”, consiguiendo una muy ágil narrativa y realización, pero el problema surge –como suele pasar en estos casos- en la resolución de la historia, en la que el televisivo e inexperto cinematográficamente Marc Evans se hace un verdadero lío y tira por la calle del centro, malogrando toda la atmósfera recreada durante toda la película.
Lo que es un verdadero acierto es el montaje y la fotografía, que hace en muchos casos, que nos sintamos dentro de ese “concurso”, como si estuviéramos mirando a través del frío ojo de un microscopio el caldo de cultivo del que pudiera salir algo interesante. Quizás es que la telebasura ya ha superdo no sólo a la televisión misma, sino también al cine, y al propio Orwell, que se quedaría seguramente pasmado con la prostitución de su “Gran Hermano”.


Federico Casado Reina



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