Desconcertante es la obra de Alan Parker: capaz de enfrentarse a todos los géneros, en cada una de ellas hay una pequeña genialidad, algo que nos hace pensar que este Londinense es un innegable autor, con A mayúscula. Con una fuerte herencia visual –no en vano fue realizador publicitario como su compatriota Ridley Scott- películas como “El Corazón del Ángel”, “Arde Mississippi”, “The Wall” e incluso “Evita” tienen verdaderos prodigios en realización, montaje, y diseño visual, rompiendo cada una de ellas los cánones de los géneros a que pertenecían.
Basándose en un guión escrito por un profesor de filosofía de la universidad de Viena, que estuvo aparcado durante algún tiempo en la productora de Nicolas Cage –que también ha participado al final en el film de Parker- es precisamente el contrapunto al controvertido tema de la pena de muerte que este realizador había buscado durante mucho tiempo: un activista radical contra la pena capital es acusado de violación y asesinato, siendo condenado y enviado al corredor de la muerte. Pocos dias antes de su ejecución, una periodista bastante voluntariosa recibirá la oferta de entrevistarle, descubriendo los recovecos que tiene su caso y que pueden salvarle finalmente.
Aunque ya hayamos visto notables visiones del tema a manos de Clint Eastwood, como “Ejecución Inminente” o de Tim Robbins en “Pena de Muerte”, la visión de Alan Parker consigue interesar mucho más por su estructura de suspense, capaz de mantener la atención en todo momento. Sin lugar a dudas, otro de los elementos importantes del film son los tres actores principales sobre los que gravita el peso específico del film y que supone un auténtico acierto, tanto Kevin Spacey, en el papel desesperado del profesor universitario, educado y contenido pero derrumbándose por momentos, como por Laura Linney, que da vida a una ferviente activista universitaria de Spacey, sin olvidar la frescura y tenacidad de Kate Winslet, en un registro denso y muy bien elaborado.
Quizás existan una serie de concesiones visuales demasiado gratuitas en la película, intentando una serie de efectismos que quedan preciosos, pero que resultan sencillamente innecesarios: el film habría funcionado exactamente igual si se hubieran simplificado. Pero dentro del tono documental que Parker indudablemente logra, se destila una película sólidamente construida, con unos pilares bien asentados y con un considerable dominio de la realización, demostrando su calidad y oficio como director.