La comedia es, indudablemente, uno de los géneros más difíciles de realizar en el séptimo arte: la frontera entre lo divertido y lo zafio, hortera y pasado de vueltas es mínima, con lo que de hacer sonreir y reir a aburrir hay un paso muy pequeño. La imaginación, la sorpresa y lo inesperado quizás sea la clave indispensable para conectar con el espectador una serie de situaciones que provoquen la irrefrenable risa, cuando nos encontramos con un estallido súbito de humor en plenas narices que no esperábamos. Pero cuando una fórmula que hemos visto infinidad de veces se aplica una y otra vez, cambiando los parámetros mínimos, llega un momento en que lo presuntamente divertido –y que quizás lo fuera en algún momento- sencillamente, aburre.
Segal, especialista en comedias de gran taquillaje, como la segunda parte del remake “El profesor Chiflado” protagonizada por Eddie Murphy, o la tercera parte de “Agárralo como puedas” –que por cierto, supuso la clausura de estas aventuras protagonizadas por Leslie Nielsen- ahora se enfrasca con un producto que nace con la vocación de reventar la taquilla, uniendo a dos de los actores mejor pagados de Estados Unidos: el cómico Sandler –que directamente ha apostado por una carrera facilona- y el sempiterno Jack Nicholson, que parece no cansarse de repetir una y otra vez su repertorio de muecas histriónicas para encarnar al clásico desequilibrado que le ha marcado toda su vida profesional. El argumento, tan previsible y naïf que parece sacado de un mal cuento infantil, sitúa a Sandler en el vértigo del abismo personal, cuando interpreta a un tímido ejecutivo que a base de tener la autoestima por los suelos, no lleva las riendas de su vida, estallando violentamente en los momentos más inesperados, para lo cual será condenado por una juez a someterse a una terapia contra la ira, controlada por el más peculiar de los terapeutas, que está peor que todos sus pacientes juntos.
Hay retazos y momentos propios de la estructura narrativa de “Agárralo como puedas”, sólo que a diferencia de ésta, que estaba escrita por el genialmente loco trío Zucker-Abraham-Zucker (autores igualmente de “Aterriza como puedas”, entre otros desmadres bien ideados…), ahora los chistes se suceden con una arbitrariedad muy previsible y falta de imaginación, y que encima, no mantiene el nivel. Además de todo ello, un regusto genuinamente norteamericano rezuma en todo momento, llegando al paroxismo en el final del film, que se resuelve en un estadio de beisbol y con la presencia del mismísimo exalcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani –además de varios cameos entre los que se incluyen gente como John C. Reilly, Heather Graham o el excampeón de tenis John McEnroe-. Por eso, la pretendida complicidad que se intenta establecer con el espectador es demasiado americana, cuando no casi exclusivamente neoyorquina. Y el mundo pasa con mucho de las fronteras estadounidenses y conoce muchos más chistes y formas de hacer reir.