Ficha película

Título:
En un lugar de África
Director:
Caroline Link
Intérpretes:
Juliane Köhler, Merab Ninidze, Sidede Onyulo, Matthias Habich, Lea Kurka, Karoline Eckertz, Gerd Hei
Calificación:
Crítica

Tras dos años del estreno en su país de origen, Alemania, la cinta de la realizadora alemana inédita en nuestro país Caroline Link ha triunfado mundialmente, llegando incluso a conseguir el Oscar a la mejor película de habla no inglesa. Una historia llena de interés, tanto por el desarraigo vital, como por la capacidad de supervivencia de los protagonistas, una familia judía que han de huir de Alemania en el 1938 para instalarse en Kenya, y adaptarse a una vida mucho más atávica y cercana a la naturaleza.
El cabeza de familia, de ser un notable letrado en una céntrica capital, pasa a convertirse en granjero, y su atildada, educada y acomodada esposa, una luchadora incansable por su hogar y sus gentes, que terminan apasionándose por una tierra pura, llena de simpleza y belleza. El gran problema del film, de incuestionable excesivo metraje, es que a pesar de la belleza de sus imágenes, la directora se apasiona sobremanera con el contenido documental de la cultura swahili, convirtiendo unos meros recursos de transición argumental en auténticos tratados sociológicos de los ritos de fertilidad o felicidad de las tribus africanas. El perfil de los personajes está bien dibujado, así como su conflicto interior, siempre latente al haber dejado a buena parte de su familia en Alemania en plena Segunda Guerra Mundial, con lo que ello supone. Desgraciadamente, dos de los grandes conflictos de la historia que podían haberse dinamizado argumentalmente –es decir, la maduración de la niña alemana en el entorno africano, y el proceso de evolución personal de la mujer, una pija que tiene que arremangarse para tirar hacia delante, sea como sea- se han desaprovechado a favor de una insulsa cruzada personal del padre, que decide alistarse en el ejército inglés para luchar contra los nazis.
Pero si obviamos esos elementos mejorables –que no chirriantes- tenemos una película sólidamente construida, con una factura ciertamente impecable, e incluso espectacular en algunos casos, con algunos paisajes que casi componen parte de la historia, así como una banda sonora que mezcla sabiamente los cantos tribales africanos con la música minimalista europea más elegante. Y en cuanto a la interpretación, a destacar el acierto de la directora a la hora de encontrar el reparto perfecto para su film, tanto por parte de los dos adultos –él, un torbellino de pasiones ocultas por una educación legalista, ella, una remilgada que termina explotando-, como en el caso de la niña-adolescente auténtico centro del film, que con resonancias de realismo mágico, consigue ser un elemento fundamental para el avance dramático de una cinta elegante, de ritmo adecuado narración ágil, a pesar de las a veces desmedidas concesiones a los valores antropológicos de África.


Federico Casado Reina



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