Ficha película

Título:
Yo, yo mismo e Irene
Director:
Bobby y Peter Farrelly
Intérpretes:
Jim Carrey, Rene Zellweger, Chris Cooper, Richard Jenkins, Daniel Greene
Calificación:
Crítica

Parecía que ya se iba a quitar el sambenito de actor histriónico, alma de mil muecas, barroco en la expresión y atorrullado en la palabra. Sus dos últimas cintas, “El show de Truman” y sobre todo “Man on the Moon”, daban los auspicios de un diametral cambio de registro en la trayectoria artística de Jim Carrey, olvidados casi los interminables gestos en registros infames como los de “Ace Ventura” o “Un loco a domicilio”. Pero no, como dice el refrán que “la cabra tira al monte”, y al cómico canadiense se le ha hecho irresistible el grosero humor de los hermanos Farrelly, con quien ya colaboró en “Dos tontos muy tontos”.
Y si decepcionante ha sido la vuelta de Carrey a su insoportablemente excesivo tono habitual, no menos lo ha sido la vuelta de los autores y directores de la inopinadamente interesante “Algo pasa con Mary”: si en este film lograban que la grosería se obviara, en beneficio de un guión entrañable, en un tono cómico muy logrado, ahora se regodean en la estética del mal gusto sin miramiento alguno, llegando a ser en extremo soeces y desagradables, sin venir a cuento. Si todos nos sorprendimos con el gran paso adelante que dieron con la cinta protagonizada por la bellísima Cameron Díaz, ahora han vuelto a sus primeros inicios, con un hilo argumental mínimo puesto al servicio del esquizoide –nunca mejor dicho- recital del protagonista, que está a sus anchas haciendo el gamberro.
El guión original que los Farrelly le presentaron a Carrey, máximo artífice del proyecto, fue otro, pero al enterárse este último del proyecto que tenían en el cajón, rápidamente eligió esta versión hortera del Dr. Jeckyll y Mr. Hide, filtrado por las concepciones sociales de la Norteamérica más profunda: un modélico oficial de policía sufre en silencio una aireada infidelidad por parte de su esposa, que para más inri, se marcha con su amante dejándole tres hijos ilegítimos, hasta que un buen día, estalla una versión vandálica de su misma personalidad, haciéndo todo lo que el buen agente del orden nunca se atrevió a hacer. Las cosas se van a complicar cuando tiene que escoltar a una delicuente hasta otra ciudad y se olvida de su medicación, desatando las dos personalidades que caen rendidas ante los encantos de la preciosa infractora –Renee Zellweger-.
Lo que podría haber sido una historia divertida, se convierte en una letanía plagada de mal gusto, que ni siquiera tiene gracia. El desarrollo de la cinta se supedita de forma absoluta a las “gracias” –que no la tienen- del protagonista, y el resto, casi se puede decir que no existe. Aunque hay que reconocer algún acierto en Carrey, sobre todo en filmes como “Mentiroso compulsivo” o incluso en “La máscara” –donde, por cierto, no entiendo que lo maquillaran, ya tenían bastante con sus miles de muecas-, ahora el actor canadiense ha optado por el desmadre más completo, increíblemente salpicado de chistes demasiado facilones. Es un verdadero monumento a un actor que ha vuelto a su faceta más cargante y al más chabacano y exacerbado chiste soez, rayano en la grosería más insoportable.


Federico Casado Reina



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