Uno de los mayores métodos de exportación ideológico de los Estados Unidos, ha sido, incuestionablemente, el cine: durante décadas nos contaban lo bien que vivían los ciudadanos norteamericanos, y cómo el llamado “sueño americano” se podía hacer realidad para cualquiera. A día de hoy, todavía Hollywood sigue empeñado en hacernos creer que el cuento de la Cenicienta, puede hacerse realidad. Cada cierto tiempo, asistimos cíclicamente a una película de estas características, en la que una mujer trabajadora y pobre, termina por enamorar a un riquísimo ejecutivo, político o empresario –que además es guapísimo- y ambos terminan casados, son felices y comen perdices. Julia Roberts, Sandra Bullock, Meg Ryan y un interminable etcétera de presuntas “princesas” del cine han interpretado el papel, y ahora le ha tocado el turno a Jennifer Lopez, la gran estrellaza y divísima latina que todavía no ha encontrado su huequecito en Hollywood, aunque haya triunfado en el mundo de la música, la cosmética y la moda.
Copiando de una manera sangrante el cuento de Cenicienta, ahora nuestra protagonista es una camarera del servicio de habitaciones en un hotel de lujo, de la que se fija un guapísimo y multimillonario candidato al senado. Las confusiones se mantienen hasta que la verdad sale a flote y entonces… bueno, daría igual explicarlo, porque no creo que nadie tenga la más mínima duda de cómo va a terminar la película.
El problema no está en si la película está mal o bien hecha, ya que técnicamente es impecable, la fotografía es correcta, la banda sonora está bien, la dirección igualmente, y todo está asépticamente de la manera más eficaz para que el público –especialmente el femenino- se emocione en las secuencias claves del film. Lo preocupante del tema es ¿Por qué hacen otra vez la misma pelicula, disfrazándola y poniendo a los actores de moda? Y aún queda un tema más preocupante si cabe ¿Porqué un realizador como Wayne Wang, capaz de aportar una visión brillantísima sobre la obra de Paul Auster “Smoke”, se embarca en este manido, tópico y previsible proyecto, acompañado además por dos actores de la categoría de Ralph Fiennes y Bob Hoskins, para mayor gloria de la “nueva Cenicienta” Jennifer Lopez?
Lo que no se puede negar es el tesón de la neoyorquina –no nos equivoquemos, que a pesar de su nombre, Doña Jennifer es una pura norteamericana- que quiere triunfar en la gran pantalla probando todos los géneros. Ahora le ha tocado el turno a un cuento romántico para ver si la carroza sigue siendo una carroza y no se transforma en calabaza. Aunque lo dudo.