Ficha película

Título:
Mi vida sin mí
Director:
Isabel Coixet
Intérpretes:
Sarah Polley, Scott Speedman, Deborah Harry, Mark Ruffalo, Leonor Waitling, Amanda Plummer, Julian R
Calificación:
Crítica

La notable lucidez visual de Coixet ha servido, una vez más, para confirmar su enorme talento como narradora: una mujer cuya vida transcurre sin demasiados altibajos, pero con un nivel moderado de felicidad –está casada con un hombre encantador y tiene dos hijas maravillosas, aunque su padre está en la cárcel y vive con su familia en una caravana en el jardín de su madre-, un buen día sufre el cataclismo de conocer su próxima muerte en cuestión de meses, y se hace una lista de cosas que ha de hacer antes de morir, fabricando, incluso, una vida “sin ella” para sus dos pequeñas y su marido.
Aunque la realización de la película bebe de los aciertos estéticos que Coixet ha empleado en las esplendorosas y ya famosas campañas de publicidad que ha hecho, se dibuja como idónea para una historia donde la pena, aunque se desatará en toda su extensión, surge de manera progresiva, diluyendo poco a poco la vida de Ann, una mujer que asume su destino y se preocupa mucho más del impacto que su pérdida puede ocasionar que de su propio dolor o su enfermedad. El sobrecogedor texto tiene un correlato sencillamente perfecto en la hierática, aunque bella cara de Sarah Polley, una actriz canadiense cuyos trabajos apenas han sido apreciados no ya por su exquisitez, sino por su trabajo en el segundo plano en filmes como “El dulce porvenir” de Egoyam, “El peso del agua” de Bigelow e incluso “eXisteZ” de Cronenberg. La misma impasividad que tenía Lili Taylor en “Cosas que nunca te dije” –donde su personaje, por cierto, también se llama Ann, como en este film el de Polley- es la que la actriz pelirroja desarrolla con una implacablemente perfecta frialdad, que en su máscara de tranquilidad, hierve de pasiones. Como ya demostró la directora en sus dos anteriores trabajos, uno de sus puntos fuertes es la dirección de actores, consiguiendo niveles auténticamente esplendorosos en Ruffalo y en una reciclada Deborah Harry, la antaño famosa cantante “Blondie”, ahora convertida en una otoñal, ajada e hipnóticamente decadente musa.
Quizás el desarrollo y montaje podría haber sido algo más ágil, ganando el film en ritmo, pero igualmente nos habría quitado la posibilidad de recrearnos en esa dulce tristeza de la protagonista, convertida en bienhechora de los que la rodean por fruto de su propia enfermedad terminal. Toda la película es un delicado y complejo ejercicio en la dirección, que aunque no llega a la abrumadora elegancia de “A los que aman”, si que logra sumergirnos en una existencia tan normalmente plácida como la de cualquiera. Su paso por el Festival de Berlin ha suscitado no pocas opiniones encontradas, tanto en un sentido, como en otro, pero sin lugar a dudas, no ha dejado indiferente a nadie, que es lo que sucede con todas las obras de arte. Y este film lo es.


Federico Casado Reina



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