El realismo social, así como el cine de denuncia, tiene en el británico Ken Loach al mayor representante del panorama cinematográfico mundial. El gran problema es que su “naturalismo” muchas veces puede resultar no sólo chocante, sino incluso anticinematográfico, por más que muchos se empeñen en argumentar la fusión entre documental y ficción de sus películas. Precisamente uno de sus actores, el escocés Peter Mullan con quién ha colaborado en películas como “Riff-Raff” o “Mi nombre es Joe”, ahora ha seguido sus propios pasos como realizador, en su segunda película, que se dedica a mostrar una cruel realidad acaecida en la Irlanda de los años sesenta, donde una congregación de monjas católicas, llamadas “Las hermanas de la Magdalena” (en honor de María Magdalena, la prostituta redimida por Jesucristo), tenían una serie de centros reformatorios para madres solteras. Dichos centros, que en realidad eran lavanderías, terminaron por cerrarse en 1996.
A raíz de un documental que Mullan vio en la televisión, se dedicó a realizar una profunda investigación que ha molestado sobremanera a la Iglesia Católica irlandesa, poniendo el grito en el cielo con el estreno de un film que muestra las crueles humillaciones que sufrían las pobres internas cuyo delito había sido ser madres solteras o haber ejercido la prostitución. La frescura formal de la cinta, rodada en gran parte con la cámara al hombro, así como la simpleza en la interpretación de todo el plantel –en algunos casos, con registros algo maniqueos para los personajes- logran que el impacto emocional del guión sea bastante contundente en el espectador, aunque tiene un segundo acto que empantana el desarrollo dramático de la historia, hasta que se produce la resolución, por otra parte bastante previsible. Uno de los aciertos de Mullan que realmente produce un auténtico escalofrio, es la visión y adaptación de cada personaje a la cruel y desgarradora situación del centro, que van desde la indefensión o la locura, hasta la lucha descarnada o el cinismo y egoísmo extremo, pasando por la extrema crueldad de las celadoras monjas, que insensibilizadas y desnaturalizadas por un sistema que ha logrado extirpar buena parte de su humanidad, hacen su trabajo de manera eficiente e implacable.
La iglesia católica irlandesa ha puesto el grito en el cielo con esta película, que ha supuesto un revulsivo mucho menor de lo que podría haber provocado la última película de Costa-Gavras “Amén”; pero este film, a diferencia de otros, no busca ni culpables, ni justicia. Sencillamente, expone unos hechos y hace que la audiencia busque sus propias conclusiones.