Estamos, según dicen, en el año fatídico de la crisis cinematográfica de nuestro país: los productores entonan letanías sobre la falta de ayudas institucionales –que no solo gubernamentales- y se quejan de la asistencia de los espectadores a las películas españolas. Cierto es que llevamos dos o tres años mirando un espejismo algo engañoso, ya que tanto “Los otros” de Alejandro Amenábar, como –mal que nos pese- “Torrente 2” de Santiago Segura hincharon la cuota de pantalla, hasta elevarla a unas cifras que no reflejaban la realidad del cine español, porque nuestra cinematografía, para qué engañarnos, es bastante raquítica.
Por eso los productores y creadores antes de hacer un film tienen que mimar el proyecto hasta sus últimas consecuencias, y, como dijo aquel “hacer los experimentos con gaseosa”. Independientemente de las ruinas personales de productores que pierdan lo invertido en proyectos poco rentables, las películas españolas conforman un escaparate cada vez peor para el espectador hispano, ya que la tónica general verdaderamente alarmante. Esto es, cuando una película española –sea de la índole que sea, bien comercial o bien “de autor”, o de ambas cosas (como sería lo deseable)- fracasa, fracasa también una industria esforzada en sobrevivir y cada día más asfixiada y falta de credibilidad en los consumidores potenciales del producto. Hacer las cosas a la ligera solo acarrea ir al abismo, indefectiblemente.
El planteamiento del film, así como su reparto y la cuidada producción se malogra en un guión manifiestamente malo, a todas luces chirriante en muchos momentos. Dos misteriosos ancianos controlan de una manera casi sobrenatural los acontecimientos de la vida, orquestando una especie de “gran plan” donde los humanos son casi peones en sus manos. En la noche de San Juan, se provocará un cataclísmo del “karma”, donde las cuentas pendientes –tanto en sentido negativo, como positivo- se actualizarán.
La absoluta incompetencia del director, que ya demostró su incapacidad en un precioso melodrama “Dile a Laura que la quiero”, sigue haciendo de las suyas, intentando relizar un montaje paralelo de la acción centrada en cada uno de los personajes, al estilo de “Pulp Fiction” o “Atrapado en el tiempo”, pero evidentemente, termina por fastidiarla. Y esto todavía me dio más pena aún si cabe: esos recursos bien empleados, y el guión más trabajado, podría haber originado una película muy interesante, muy original, con ese punto esotérico europeo alejado de las películas baratuchas norteamericanas de este género. Pues no. Si quieren copiar a los norteamericanos en este tipo de películas, lo hacen sólo de lo malo, eliminando el hechizo propio de las arrebatadoras historias que te meten sin preguntar en ese barroco universo sobrenatural. Cuánto talento y medios desaprovechados, sobre todo porque en España, cada vez hay menos medios para el cine.