Alguien dijo alguna vez que en el cine español, solamente dos géneros podían subsistir al final: la comedia y el realismo social. Ambas vertientes argumentales tienen bastante que ver entre sí, satirizando la situación de unos personajes que no son precisamente felices, rozando el drama en muchos casos. Hemos tenidos ejemplos gloriosos, como los de Fernando León o incluso como el maestro Berlanga, que han sabido mostrar la agridulce vertiente en la búsqueda de la felicidad dentro de un entorno no demasiado favorable. Por eso me resultó harto chocante cuando un realizador como Carabante, que se ha estrenado con este film como director de largometrajes, abordó un tema tan potencialmente desgarrador, después de haber visto sus dos primeros cortometrajes “Los días felices” y “Bailongas”, que de alguna forma, buceaban en la evasión del espectador a través del musical, en un mundo de fantasía e ilusión, como dijera Preston Sturges en “Los viajes de Sullivan”.
Aunque su primer film es una visión pesimista de la realidad, y de la sociedad, hay implícito un entrañable e infantil mensaje, donde los sueños pueden llegar a ser ciertos. El problema es que en el mundo real dichas fantasías, por buenas intenciones que tengan, se terminan estrellando contra un muro de incomprensión, de mediocridad y de austera y cruel supervivencia, en definitiva. A Carlos le pasa eso: sin pedirlo y tras la súbita muerte de su padre, se ve obligado a asumir la responsabilidad en mantener a su familia sin que le falte de nada, aunque para ello tenga que mentir, robar y organizar mil y una estrategias.
La parábola originaria del guión con Spiderman, no sólo es brillante, sino que además define la psicología del personaje principal: colgado entre dos frágiles telarañas, tiene que ir saltando de una a otra con el riesgo de caer en cualquier momento, acabando no sólo con su vida, sino con las que le rodean. El sólido guión realizado por Carabante no sólo encuentra una factura perfecta con la brillante dirección, sino que además se traduce en una serie de actores que encajan con cada personaje a la perfección, destacando Julián Villagrán, el improvisado y desgarbado “superhéroe de barrio” y Juanma Lara, en la odiosa personificación de una sociedad que cercena sin piedad todas las libertades y fantasías que cualquier ser humano pudiera tener a la hora de una buna perspectiva vital para sí y su familia. Aunque la reflexión final de todo el film pudiera resultar cruel a la postre, siendo su protagonista un verdadero cobarde que no se enfrenta con el verdadero mundo que le rodea, el toque soñador, el dañino ensueño para justificar un fin feliz para su familia, resulta a todas luces encantador porque ¿quién no busca para si, y los suyos que todos los días sean felices? Un gran paso para el cine andaluz, y un nuevo y notable director que ha saltado al largometraje, bienvenido sea.