En el cine, muchas veces lo importante no es lo que nos cuentan, sino cómo lo hacen: ¿tiene interés la historia de un condenado a galeras? ¿Acaso el dueño de un bar de poca monta, en marruecos puede llamar la antención? ¿Es importante que una madre venga de un pueblo para ver a su hija? A bote pronto, estas tres historias no son en absoluto interesantes, pero si reflexionamos, estamos hablando de tres películas como “Ben-Hur”, “Casablanca” y “Solas”. Por ello, si encima el material de partida es interesante, además de vertebrar cinematográficamente una historia, el producto final es indudablemente más atractivo. Desgraciadamente, seguro que por la gran cantidad de influencias multiculturales, los andaluces tenemos difuminadas nuestras señas de identidad, en una rara y rica mixtura de cultura románica, árabe, fenicia y un sinfín de ascendentes que forjaron lo que puede llamarse “la encrucijada cultural del mundo”. Pero en muchos casos, si miramos a nuestra propia historia, tenemos personajes tan cinematográficos como los de cualquier cultura, desde Al-mutamid, el rey poeta, hasta Trajano, emperador romano nacido en Santiponce –Itálica-. Antonio Gonzalo, que no es andaluz, pero que se siente fascinado por nuestra tierra, aunque sea de Logroño, se ha embarcado en realizar una apuesta tan arriesgada como atractiva: una biografía cinematográfica, que encima es del andaluz más emblemático de la historia, Blas Infante. El ideólogo creador de la llamada “nación andaluza” no sólo era un erudito que amaba su tierra, sino que fue capaz de discernir entre su alta cuna y estatus social para reflexionar sobre las injusticias que se cometían.
El fresco social que el director plantea en la película es el de la Segunda República, en los prolegómenos de la Guerra Civil Española, y tiene momentos de gran dramatismo, sobre todo por el asesinato de Infante. El manejo del tiempo cinematográfico está muy conseguido, y tiene momentos de gran calado emocional dentro de esas intersecciones que enternecen indudablemente. Hay que dar un cierto tirón de orejas por los retratos de los personajes precisamente dentro del conflicto bélico, que pueden llegar a caer en maniqueismos, al igual que a la banda sonora, decididamente insuficiente para una película como esta, tanto por su producción –con un excelente despliegue artístico- como por la fotografía, que retrata eficazmente muchas zonas rurales de nuestra comunidad autónoma.
Lo verdaderamente importante del film, es el perfil que se logra trazar sobre Blas Infante, rico, complejo y lleno de matices, espoleado por un sorprendendente Daniel Freire, que aunque haya sido doblado, visualmente casi se convierte en el personaje. Si encima tenemos en cuenta el impresionante apoyo de los mejores actores del cine andaluz en papeles secundarios, tenemos un film interesante, tanto histórica como cinematográficamente.