Partiendo de una historia casi autobiográfica, el director de “Jerry Maguire” ha buceado en la revolución cultural y musical de los setenta para hacer una profunda descripción del alma humana con todas sus miserias: enumerando los siete pecados capitales -lujuria, envidia, soberbia, avaricia, ira, pereza...-, Crowe se permite utilizar un fino sentido del humor, impregnando a los momentos más dramáticos un sutil aroma capaz de conectar con cualquier tipo de espectador, aunque no sea proclive a compartir las máximas de aquella época.





Nuestro héroe es un chico de 15 años con una madre excesivamente protectora y que de la noche a la mañana ve hecho su sueño realidad: ser crítico musical de Rolling Stone -la revista de música moderna más prestigiosa del mundo- y acompañar al grupo de rock de moda -“Stillwater”, especie de mezcla de todos los grupos clásicos de la época, en palabra de su director y guionista, y que contiene elementos de “Led Zeppelin” o “The Who”, entre otros- durante una gira. El pobre chico, en el fondo, un simple chaval de pueblo, saboreará las mieles de la fama, el éxito y la gloria, aunque también tendrá tiempo de probar cosas que hasta entonces no estaban en su vida, tales como las disputas, las envidias y cómo no, descubrir el amor, ése que se escribe con A mayúscula y que se vive una vez en la vida.





Precisamente, Crowe traza una interesante parábola sobre este complejo universo de la música, que ya se tocó en películas como “The paper (detrás de la noticia)”: esa fama, entelequia que a todos escapa, es una dama caprichosa que se regala para unos, que no la buscan y que jamás podrá ser conseguida por aquellos que se afanan por tenerla. Algo que te toca y que te hace cambiar, aún sin saberlo. El film logra que nos acerquemos a esa fascinación, vista a través de los ojos de un chico que comienza a descubrir todo lo que le rodea, encontrándose con sus grandes ídolos, y comprobando que detrás de esas fachadas, hay personas tan o más humanas que él mismo. Que detrás de la impresionante chica que vive para acostarse con el ídolo, hay una sensible vecina de la que enamorarse -memorable Kate Hudson-.





Como ya comprobamos en sus anteriores trabajos, el dominio del director a la hora de contar la historia es sencillamente brillante, centrando la acción en el chico adolescente protagonista, y haciendo orbitar en su entorno el resto del abigarrado y barroco mundo “hippie”. Pero lo más importante, es que tras los cánones estéticos y el decidido y febril homenaje a una época –se nota que es “algo personal, y no sólo negocio”-, hay un más que sólido guión y un perfecto desarrollo. Fíjense que a mi las reivindicaciones generacionales –e incluso a veces, las personales- me ponen con las uñas fuera, pero en esta ocasión, me quito el sombrero. En todo y por todo.