La solidez de Colomo como guionista y realizador está fuera de duda, cumpliendo con este film su venticinco aniversario en estas tareas. Además, su labor como productor ha sido incesante desde que decidiera apartar su licenciatura en arquitectura para dedicarse al mundo de la imagen, promocionando actrices como Penélope Cruz, Antonio Resines, Verónica Forqué o directores como Fernando Trueba, Icíar Bollaín o Mariano Barroso. Esta podríamos decir que es, junto con “Los años bárbaros” su obra más madura, más llena de matices, donde el drama, la comedia y la cotidianidad se articulan magistralmente. La singular mirada de este director ha sabido captar la fascinación de un choque entre dos culturas, que ya planteó desde el año 1995, en que realizó “El efecto mariposa”, donde un adolescente se marchaba a Londres para estudiar, descubriéndose a sí mismo –justo lo contrario de lo que sucede en su último film-.
Inspirándose en un hecho real –la llegada del escritor Gerald Brenan a la Alpujarra granadina para inspirarse y escribir-, Colomo enfrenta la flema británica a la pasión latina cuando un joven descubre la belleza de una campesina, en los restrictivos círculos sociales y morales de los años 20 en España, contrapuestos radicalmente al liberalismo que existía en el círculo de amigos de Brenan, entre los que se encontraban la pintora Dora Carrington o el escritor Lytton Strachey. La entrega, el amor, la pasión, van a ser descubiertas tímidamente, como si se tratara de un verdadero tesoro tan lleno de candidez como de una extraña valía que se evapora cuando se tiene plena consciencia de ella.
Sin lugar a dudas, la factura del film es de una elegancia formal abrumadora, con una fotografía verdaderamente impresionante, así como una banda sonora tan cálida y cómplice como las imágenes que vemos. Colomo además consigue agilizar notablemente el cadencioso ritmo de vida del caciquil campo andaluz de principios de siglo con unas notas de humor acertadísimo, que en la mayoría de las ocasiones, vienen a cargo de un sobresaliente Guillermo Toledo, sobre el que recae buena parte del peso específico del film. Es curioso cómo en todos los guiones, el contrapunto cómico tiene un protagonismo reducido, siendo completamente al revés en este caso, ya que la calidad de Toledo supera con mucho al inexperto e inexpresivo registro de Matthew Goode. Otro grandísimo hallazgo ha sido la debutante Verónica Sánchez, que posee una primitiva y turbadora belleza latina que estremece a cada plano. Lo que más me ha sorprendido del film, es que sopesando su carga dramática en la resolución de la historia, está contada con mucha agilidad, con la benévola posición vital de dar importancia a lo verdaderamente importante, y simplificar –como se hizo, y a veces se sigue haciendo en Andalucía- todo aquello que no lo es.