Que los adolescentes son el público objetivo que llena las salas de cine, no es ningún secreto, como tampoco lo es que la todopoderosa industria de Hollywood intenta mantener con denodados intentos el consumo en ese sector de la población a nivel mundial. El género del terror es, sin duda, uno de los preferidos por los chavales de todo el planeta y tenemos claros ejemplos de dicha predilección en toda la historia del cine, con los famosas películas de psicópatas de los años 70 –desde “Viernes 13” a “Halloween”- hasta prácticamente la actualidad –con “Scream”, “Sé lo que hicisteis el último verano”, etc.-. Está, pues, claro que el trozo del pastel es grande, para aquel que sepa ganarse dicho sector del público, que con su subcultura particular de informática, videojuegos, música trance y ropa fashion está siempre ávida de nuevos productos que giran en esos temas. Precisamente el realizador de este film ya nos ofreció “Memorias de un Ángel caído”, una película fallida, pero con interesantes hallazgos –algunos verdaderamente originales y rompedores en el panorama nacional-, tanto a nivel de guión, como de conceptos visuales.
No hay que menospreciar, por tanto, los intentos de algunas productoras españolas que quieren apostar por este tipo de filmes, pero desde nuestro propio país, y con, supuestamente, un lenguaje “más cercano” que el de las producciones norteamericanas. Eso ya se ha saldado positivamente en televisión, con varias series –“Compañeros”, “Al salir de clase”, etc.- que han tenido un notable éxito. En cambio el cine se les resiste. Ni siquiera directores con talento como Álvaro Fernández Armero ha conseguido solucionar el problema, porque “El Arte de morir” tenía muy buenas intenciones, pero lamentablemente, pésimos resultados. Algo así nos sucede con este film, de planteamiento sugerente, factura y efectos especiales apabullantes, pero pésimo desarrollo argumental e infame guión rayano en el más estrepitoso de los ridículos, por muy bien intencionado y poco exigente que sea el espectador: las cámaras de videovigilancia están presentes hasta en la más mínima calle de las grandes ciudades y todas ellas se supone que están para velar por nuestra seguridad pero… ¿qué pasaría si alguien las utilizara en nuestra contra? Precisamente eso es lo que le pasa a los protagonistas del film, que terminan jugando en una especie de “juego de rol” donde la vida, la muerte y la tortura depende de la habilidad que uno tenga para librarse de los problemas y elegir el camino adecuado.
El mayor problema de la cinta, indudablemente, es intentar abarcar un espectro demasiado amplio en el género, liándose en si mismo y exigiendo demasiados “pactos” al espectador, que llega un momento en el que se cansa de “tragarse” licencias cinematográficas demasiado libres para ese argumento. En cuanto a los actores, parece que estemos viendo otro episodio de “Compañeros”, con buena parte de su reparto presente –al igual que sus tics, gestos y caritas-. Una lástima que con tal despliegue y tan buenas ideas de planteamiento, se malogre una película así, porque va a llegar un momento en que el público se canse de esperar este producto, y siga apostando por el americano, que aunque de poca calidad, comparado con este le supera bastante.