Siempre que el “star-system” norteamericano quiere lanzar una estrella –sea de la índole que sea- utiliza todos los medios a su alcance. Si es una chica guapa, empieza grabando un disco, luego haciendo películas, creando una línea de cosmética, ropa, para finalizar con un sonado romance con un guaperas de moda –véase, Jennifer Lopez, Britney Spears, etc.-. En el caso de un chavalote guapetón, lo mejor es comenzar con el cine, so pena de que no sea una estrella del deporte, que entonces ya tiene más difusión con la Superbowl –la liga de fútbol americano-, la NBA, la liga de béisbol, o incluso el equipo olímpico de la modalidad que sea, para posteriormente firmar millonarios contratos con todo tipo de patrocinadores –desde marcas de ropa deportiva hasta coches, e incluso, en el colmo del surrealismo ¡¡marcas de tabaco!!-. No cabe duda que toda la estructura empresarial estadounidense se pone rápidamente al servicio de las supuestas “gallinas de los huevos de oro” para exprimirlas convenientemente y que familiares, agentes, representantes y sindicatos saquen su buena tajada, amén del dineral que se lleva la estrella de turno y que de la noche a la mañana, pasa de ser un don nadie a estar en las portadas de todos los periódicos y en los principales cadenas de todas las televisiones. A lo largo de toda la historia del séptimo arte, hemos visto a infinidad de estrellas infantiles –desde Mickey Rooney hasta Maculay Culkin, pasando por el genial Haley Joel Osment- lanzadas por sus capacidades como actores o bien por su capacidad de enternecer en la pantalla -¿quién puede olvidarse de los rizos dorados de Shirley Temple?-. Bueno, pues ahora hay otro tipo de estrella infantil, y es un cantante de rap, que con 14 años ha revolucionado las listas de éxitos de todo el mundo anglosajón, porque Lil\' Bow Wow ha creado un nuevo estilo lleno de gracia y con un divertido punto de insolencia que sólo un recién llegado adolescente puede dar sin llegar a ser ofensivo. Y, lógicamente, ahí tenemos a todos los grandes estudios peleándose por hacer una película a su medida justa, convirtiéndo al chaval en una figura del baloncesto por mor de unas mágicas zapatillas que le dan la misma agilidad y capacidad deportiva que el mismísimo Shauquille O’neal. Añada a la fórmula algunas canciones bailables, al estilo de “Space Jam” –curiosamente, también protagonizada por el genial Michael Jordan- unos cuantos malos, malosos, de esos de opereta barata, y unos “amiguetes” simpáticos –con Jonathan Lipnicki a la cabeza, el niño de “Jerry Maguire”- y tenemos el paradigma de la película infantil-juvenil que a todos gustará. Lo cierto es que está bien contada, es ágil y divertida a ratos, aunque no es otra cosa que un vehículo de lanzamiento del protagonista…y, porqué no, un entretenimiento para los niños.